8.12.06




Nº 59 - Diciembre de 2006


SUMARIO
* El exhaustivo análisis de la versión taquigráfica de la audiencia pública por la plaza para Boedo, por Mario Bellocchio
* Callejeando historia: Luis A. Huergo, la Ciudad y el Río, por Diego Ruiz.
*“Batata” Clerc y el nuevo Centro de Alto Rendimiento de Tenis
.

* Tierras del Viejo Gasómetro vuelven a San Lorenzo , por Claudia Ferrentino
* Predicciones pesimistas por Mónica López Ocón.
* Derechos humanos, hoy por María Virginia Ameztoy.
* El monumento a Mariano Moreno por Miguel Ruffo.
* Nira Etchenique, pagana y dichosa por Edgardo Lois.
* Poema: Este es el sitio de Osvaldo Rossler.
* Queremos decirles... (Editorial) ¿Lo voto o lo boto?

Fe en la plaza
Los galpones abandonados de la Estación Vail sufren –al igual que los vecinos– el acoso de la Catedral de la Fe sobre un predio otorgado por ley para plaza pública de Boedo. La nulidad de los argumentos esgrimidos por el grupo pentecostal.

En agosto pasado se aprobó en forma casi unánime (sólo dos legisladores no la apoyaron) la ley que concede el predio Vail para instalar la plaza de Boedo. Las características de la expropiación requieren una segunda votación de los diputados luego de una audiencia pública no vinculante. En esa audiencia apareció, sorpresivamente, un grupo evangélico que dice ser comprador de buena fe del predio adjudicado como paseo público –único– de Boedo.
A la audiencia acudieron 101 oradores sobre 129 inscriptos. Restadas las ausencias (28), 20 expusieron manifestando su apoyo a la plaza. Los restantes 80 lo hicieron en favor de la Catedral de la Fe. Esta cuadruplicación de expositores en un sentido con respecto al opuesto no lo es tal apenas se excava el primer barniz.


Quién soy y de qué me ocupo (tema de la Audiencia: cero)
Veinte (20, el 25%) de los adherentes al culto evangélico no lograron exponer una argumentación técnica
para la pretensión de la congregación y se limitaron a describir su actividad en la fundación, hechos anecdóticos o autorreferenciales al respecto o las actividades en sí mismas. Y nada más. Algunas muestras:
Orador 12.- Sra. María L. Rodríguez: Soy estudiante de administración y conducción educativa. [...] nuestra escuela se propone... (Y una larga descripción de su función)
15.- Sr. Daniel Alfredo Ledesma: [...] Soy teniente primero de la Policía de la Provincia de Buenos Aires,[...] Con mi esposa, ahora tenemos a cargo veinte familias de policías... (Y una larga descripción de su función.)
49.- Sr. Néstor Alberto López: [...] soy atleta profesional. Actualmente, campeón mundial de fitness, [...] Me desempeño como profesor nacional de técnicas de gimnasia y entrenador en alto rendimiento.[...] Pertenezco al Programa Josué de la familia Catedral de la Fe. (Y una larga descripción de su función.)
Y así diecisiete (17) más.
Ante la requisitoria de uno de los vecinos de Boedo, el presidente de la audiencia necesitó aclarar:
Sr. presidente (González).- Sin ánimo de polemizar, le quiero decir al vecino (Orador 109.- Sr. Alberto Venturiello) que todas las personas que han hecho uso de la palabra se han registrado como participantes y no como representantes de una institución.
En sus discursos se encargaron, claramente, de desmentir tal aseveración.

La escasa o nula remisión al tema de la audiencia pública
Desde la presidencia de la audiencia se escucharon repetidas invitaciones a los oradores de la Catedral de la Fe a remitirse al tema en cuestión:
Sra. presidenta (Acuña): Voy a solicitar que por favor se ajusten al objeto de la audiencia. ( Al orador 66.- Sr. Luis Humberto Botta).
Sra. presidenta (Acuña): Insisto nuevamente: cuando les pido respeto por la gente que viene, les solicito que se ajusten al objeto de la audiencia pública. (A la oradora 107.- Sra. Griselda Zacarías).
Sr. presidente (González): Por favor, pido que cada uno exprese su posición sobre la temática de la audiencia pública...(Al orador 113.- Sr. Fernando López).

La Catedral nos queda chica
Veintiocho (28) oradores partidarios de la instalación de la Catedral de la Fe sólo expusieron como razón técnica –abundantemente decorada con obras, proyectos y anecdotario de la Fundación– la necesidad de un espacio mayor que el que actualmente poseen.
Ninguno de ellos explicó por qué debe ser ese y no otro el predio elegido para tal expansión.


Las adhesiones que sólo aportan un número estadístico
Diecinueve (19) expositores emitieron una adhesión a lo expresado por sus compañeros sin otra argumentación propia de ninguna índole. Entre ellos, dos (2) calificaron a las plazas particularmente:
Orador 22.- Sr. Miguel Alberto Rivera: [...] Pero las veces que pude llevar a mis hijas (a una plaza), encontré un grupito de chicos que se estaban drogando o que estaban organizando algún tipo de delincuencia...
Orador 50.- Sr. Antonio Emilio Zarauz: [...] Pero también suceden situaciones; quizás la misma plaza las origina; yo estuve drogándome por mucho tiempo en una plaza.

Comprensión condicionada
Diecisiete (17) oradores manifestaron su comprensión y/o apoyo al petitorio vecinal por una plaza. Algunas expresiones al respecto:
Orador 62.- Sr. Pablo David Ortigosa: Estamos ciento por ciento con los vecinos de Boedo. Soy del barrio Parque Chacabuco y vemos la necesidad que tienen de una plaza.
Orador 100.- Sra. Lilia Castaño: Estamos de acuerdo con la plaza.
Orador 103.- Sr. Juan Gabriel Perello: [...] En su momento, yo también hubiese querido tenerla (una plaza); lamentablemente, no la tuve.
Aunque cuatro (4) de ellos se asociaron a la identificación de las plazas como ámbitos peligrosos frecuentados por drogadictos y malvivientes. Una muestra:
Orador 11.- Sr. Alejandro Quiroga: [...] sería una buena idea, pero [...] Creo que las rejas en las plazas de nuestra ciudad están colocadas no para que los niños puedan salir sino para que los delincuentes no puedan entrar.

Jesús te salve de las plazas, aunque lo hayas conocido en ellas
En particular la identificación plaza-droga-delincuencia tuvo nueve (9) adeptos.
Oradora 14.- Sra. Miryam Elizabeth Almirón: Gracias a Dios, hoy mis hijos no están en la calle ni están drogándose en las plazas
Oradora 19.- Sra. Laura A. Ceballos: También camino a la noche, y veo las plazas bien cuidadas, que están con vallado, pero los jóvenes se trepan para poder drogarse..
Orador 3.- Sr. Gustavo Legname: Los que conocemos la ciudad de verdad sabemos que las grandes plazas hoy traen grandes consecuencias, porque son usadas para la droga. Entre otros testimonios.

Expresiones de deseo más que argumentos
Unicamente siete (7) de los ochenta (80) expositores por la Catedral de la Fe argumentaron en favor de la instalación en el predio Vail de su iglesia utilizando elementos que pueden considerarse técnicos en defensa de lo que plantean como una compra (no hubo presentación alguna de siquiera una fotocopia que acreditara, por lo menos, un señado del terreno).
Algunas afirmaciones suenan autoincriminantes:
Orador 3.- Sr. Gustavo Legname: [...] Realmente, si las cosas se hubiesen hecho bien (N. de la R.: no aclaró quiénes las hicieron mal), hoy no estaríamos acá, porque hubiésemos sido los dueños de este predio.
Para aseverar más adelante: [...] Nos encontramos con la circunstancia de un predio que estaba en venta y, si se hubiese querido concretar la plaza, se hubiese ido a ver al dueño con buena fe y se hubiese podido comprar o bloquear la venta.
Confundiendo, con total mala fe, operación inmobiliaria con trámite legislativo. E incurriendo en franca contradicción: hemos comprado vs. hubiésemos sido los dueños.
A los reclamos del orador, la presidencia respondió:
Sr. presidente (González): [...] quiero decirles a todos los participantes de esta audiencia pública que el expediente que estamos tratando cumple con todas y cada una de las formalidades de un expediente de estas características.
La oradora 4.- Sra. Gisella Romero de Sawin, argumentó: no les estamos pidiendo a los señores legisladores que expropien el terreno para entregárnoslo gratuitamente, sino que les notificamos, en esta audiencia, que ya lo hemos adquirido con la participación económica de miles de voluntarios, colaborando de esa manera con el presupuesto de nuestra ciudad.
El orador 5, pastor Osvaldo Carnival: hace un mes y medio pudimos firmar un contrato de compra, camino a la escrituración. [...] Hemos comprado un lugar y hemos vendido propiedades, justamente, para esta compra. Quemamos los barcos y estamos en una situación en la que necesitamos defender este derecho que tenemos a contar con una iglesia en el barrio de Boedo, y también para toda la ciudad.
El orador 125.- Sr. Adrián Serra, exponiendo claramente su extranjería barrial, prefirió abrir su corazón a la verdad de su pensamiento: Como dijo un vecino de Boedo, quizás hemos sido víctimas de una mala operación inmobiliaria.
Entre otros.

Una feligresía que “ansía incorporarse” a Boedo
Sólo cuatro (4) de los oradores de la Catedral de la Fe se definieron como vecinos de Boedo. Otro prefirió decir “soy de la zona” y un tercero, víctima de desconocimiento o pretendiendo extender el mapa a su conveniencia:
Me crié en el barrio de Boedo, en la intersección de las avenidas San Juan y La Rioja (N. de la R.: pleno centro de San Cristóbal). (Oradora 71.- Sra. Claudia A. Guimarey).
El resto se dirigió “a los vecinos de Boedo” en un plano ajeno a su propia pertenencia.
Algunos eligieron argucias de asimilación reciente como: hoy soy vecino de Boedo, porque pertenezco a la Fundación que ha comprado el predio, vertida por el Sr. Legname.
Hubo, sin embargo, ocho (8) proclamas abiertas de “extranjería”, entre ellas:
Soy del barrio Parque Chacabuco y vemos la necesidad que tienen de una plaza. (Orador 62.- Sr. Pablo David Ortigosa).
No deseamos una confrontación con los vecinos de Boedo. (Orador 11.- Sr. Alejandro Quiroga).

¡Y ahora...! ¿Quién podrá ayudarnos...?
Entre los expositores por la fundación que no se limitaron a una simple adhesión, el 43% (26 sobre 61 oradores) instaló en su discurso el tema drogadicción, tratando de establecer una falsa prioridad que sólo revela el amplio desconocimiento barrial de los oradores.

Vecinos de Boedo. Representantes de Instituciones de Boedo

1.- Sra. Patricia Valentina Roselló: Traje un expediente que los vecinos tenemos armado reclamando este predio desde hace treinta años. Hoy, por suerte, tenemos una Ley de Expropiación. [...] “Tenemos plaza”.
1 bis.- Sra. Susana Beatriz Acosta: Las plazas siempre han sido un lugar de reunión y de intercambio.[...] donde se reúnen personas con distinta condición social, racial y religiosa. Estoy aquí para solicitar que se respete lo ya votado.
2.- Sra. Liliana García: A continuación, voy a leer la lista de organizaciones que nos acompañan: (Enumera cuarenta y tres instituciones barriales) A esto hay que sumarle más de 3 mil firmas de vecinos del barrio, obtenidas en sólo un mes.
37.- Sra. Raquel Gandolfi: Vine a hablar de una plaza pública para Boedo. Cuando digo “plaza pública” hablo de una plaza para todos: para católicos, para judíos, para agnósticos, para evangelistas y para la gente de la fundación. [...] escuché que una plaza es un lugar nocivo y negativo para la población, donde los chicos se van a drogar. [...] lamento mucho que el pulmón de un barrio populoso sea considerado como un centro de drogadicción. [...] Mi padre vivió cuarenta años en este barrio: desde 1896 hasta 1930. Fue integrante de ese grupo de escritores de Boedo, que el barrio reconoce. [...] mi padre era Alvaro Yunque. [...] ya mi padre hablaba de su barrio de Boedo sin plaza.
42.- Sra. Martha E. Ferradas: [...] muchas de las propuestas y actividades que realiza la Catedral de la Fe las cubre el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. [...] El problema de la droga no es argentino; es mundial, como el problema de la pobreza. El problema de la droga no lo crean las plazas; las plazas no son espacios públicos enemigos de la gente.
97.- Sr. Joaquín A. Bovisio: Me parece muy respetable el trabajo de colaboración que realiza Catedral de la Fe [....] Es cierto que las adicciones son un problema, pero la salud es responsabilidad de la Ciudad de Buenos Aires, que acepta todo tipo de colaboración y no puede delegarla en otros. Nosotros tampoco podemos delegar la plaza.
106.- Sr. Ildefonso E. Pereyra: Todos podemos trabajar en conjunto por un Boedo mejor. Esto, sin lugar a dudas. La única diferencia es que nosotros estamos trabajando para un Boedo mejor, porque es nuestra historia. No escuché hablar de la historia de ustedes. Me parece que les da lo mismo poder trabajar tanto en Boedo como en Vicente López o en cualquier parte. [...] No estamos pidiendo solamente una plaza. Estamos solicitando nuestra memoria, la que nos arrebató en algún momento un gobierno de facto. [...] señores legisladores, Boedo estará controlando la acción de ustedes de aquí en más hasta que la plaza sea un espacio público.
108.- Sr. Mario Bellocchio: Me llama la atención el alegado desconocimiento por parte de la Catedral cuando se adquirió este predio, de la operativa de la plaza por los vecinos de Boedo.[...] menciono el expediente 64.087/970 en el que se dice [...] “propician la expropiación de la manzana para destinarla a espacio verde para uso público. Buenos Aires, 18 de junio de 1971”. No es de ayer esto. [...] Desde que se aprobó esa ley (31/8/2006) hasta esta audiencia pública, la situación no tiene variantes que puedan modificar lo aprobado en primera lectura con abrumadora mayoría. Ya entonces, el predio tenía dueño y sus intereses –el derecho de propiedad privada tan invocado aquí– como los de los actuales adquirentes, están amparados por la expropiación.
109.- Sr. Alberto Venturiello: [...] las cincuenta instituciones o más del barrio de Boedo que están solicitando esta plaza. Si esas instituciones hubieran dejado el curriculum sobre esta mesa, se darían cuenta de que se ocupan de la parte moral de la sociedad y de que los comedores populares se ocupan de paliar las crisis que ha vivido el país.
110.- Sra. Noemí Oneto: [...] los pobres viejos adultos porteños y, en especial, los del barrio de Boedo no tienen un lugar de esparcimiento, un lugar para tomar aire y sol que tanto necesitan.
112.- Sr. Carlos José Tyndyk: Hace sólo un mes y medio firmaron ese boleto (el de compra) y el pastor dijo que sus padres viven en San Juan y Boedo. Lo que me llama la atención es que no le hayan comentado que los vecinos estábamos juntando firmas, pintando y haciendo festivales por una plaza. [...] Lamentamos que la inmobiliaria no les haya dicho lo que pasaba con el predio.[...] Si este es el caso, fueron estafados por la inmobiliaria al omitir ésta la verdadera situación del predio. Por ello, les rogamos a los religiosos que confíen en la justicia ordinaria, presentando una demanda contra la inmobiliaria. La plata, de todas formas, la van a tener.
114.- Sra. Aída Ejarque: En primer lugar, quiero felicitarlos por toda la tarea humanitaria que ustedes llevan a cabo, pero también les debo decir que hay muchas otras organizaciones, gubernamentales y no gubernamentales, que se ocupan con mucho amor de lo mismo de lo que ustedes se ocupan.
115.- Sr. Ernesto Di Benedetto: Creo que nuestra verdadera necesidad está en buscar otro polo de desarrollo para nuestros jóvenes, para que el día de mañana puedan vivir en una Ciudad que sea más cómoda; y esta plaza podría ser un símbolo.
117.- Sra. Otilia Da Veiga: En la Ciudad de Buenos Aires hay un déficit de espacios verdes de 3.000 hectáreas, aproximadamente. Esto va en detrimento de la salud social, acosada por el smog, el cemento y la contaminación ambiental.
118.- Sra. Marta Calvo: El artículo 27 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires establece que la Ciudad desarrolla, en forma indelegable, una política y gestión del ambiente urbano; y el inciso 4), taxativamente hace referencia al incremento de los espacios verdes.[...] recomienda (la OMS) de diez a quince metros cuadrados de área verde por habitante, como mínimo. La Ciudad de Buenos Aires no tiene ni siquiera dos metros cuadrados de espacio verde por habitante.
120.- Sr. Eduardo Rubén Bernal: [...] la Fundación Catedral de la Fe es una institución de bien público, que trabaja enormemente por la sociedad, que merece de ésta toda la ayuda posible. Pero no he encontrado un solo argumento, ni siquiera la cita de la Constitución de la Nación respecto de la inviolabilidad de la propiedad privada –porque todos sabemos que el Estado nacional tiene derecho a utilizar la propiedad privada, cuando de eso depende el bien público– que me convenza de por qué tiene que ser hoy y en ese lugar. Pienso que nuestros legisladores están obligados [...] a pensar en la ciudad del mañana, a legislar para los próximos 100 años. Y éste es exactamente el momento.
121.- Sr. Alberto Domínguez: ¿Y quién se puede oponer a una plaza pública? [...] El único fundamento para oponerse a la plaza es el capital; es pasar del bien público al privado. Creo que los señores legisladores tendrían que hacer lo imposible para que, aunque sea por esta vez, el capital no triunfe.
122.- Sr. Ernesto Graffman: (Artista plástico, viejo vecino de Boedo) Espero, antes de irme de este mundo, ver la plaza y pintar un cuadro con ella.
125.- Sr. Aníbal Lomba: [...] asistimos a una reunión de adoctrinamiento.
También hemos escuchado reiteradamente que los integrantes de la fundación no cobran nada. Nosotros estamos representando –yo soy uno de ellos– a más de cuarenta instituciones que, como dijo un compañero, podrían haber llenado este recinto. Ningún integrante de esas organizaciones cobra un centavo por su labor social. [...] Aquí estamos representados tres periódicos barriales [...] (que) se vienen ocupando reiteradamente, desde agosto y septiembre, de hacer público todo lo que pasa alrededor de la plaza, a lo que sumamos las páginas web. Debo felicitar a la Iglesia Catedral de la Fe por haber podido reunir más de 2 millones y medio de dólares para la compra del terreno, cifra que supera la colecta anual de Cáritas Argentina.

127.- Sr. Miguel Eviner: [...] Lo único que les pido a los que me conocen es que hagan un esfuerzo y que no se dejen llevar, porque ésta no es la última posibilidad para construir la iglesia y sí puede ser la última posibilidad para que Boedo tenga una plaza.


Ecos de la audiencia pública
(Sobre los oradores de la Catedral de la Fe)

Nosotros los sumisos
[...] En la escuela apuntamos a formar, justamente, este valor: el respeto hacia toda autoridad y la sumisión, porque creemos que toda autoridad está impuesta por Dios y por eso trabajamos sobre este valor. (Oradora 13.- Sra. Mirta Susana Juri)
En Boedo siempre preferimos, democráticamente, el respeto y acatamiento de las leyes sin la renuncia a los propios fueros que implicaría la sumisión.

Primero la doctrina
[...] hoy estamos aquí, para informar y demostrar que existe un grupo de personas capaces e interesadas por el bien social a cambio de nada. (Oradora 18.- Sra. Paula Lorena Méndez)
Habría que informar a la oradora que el tema de la audiencia pública era: validar la presunta compra del predio o la expropiación según ley ya dictada. Y no el adoctrinamiento sobre las bondades de la Catedral de la Fe.

¡Cuánta intolerancia!
Un orador (113.- Sr. Fernando López) eligió el ácido ataque a los vecinos que frecuentemente mencionaron la historia barrial o los derechos humanos: [...] Por eso, cuando se habla de historia o de algo que me parece que se habla porque está de moda, como son los derechos humanos, creo que a veces se aborda la temática bastante ligeramente.
A continuación agregó sin sonrojarse: Los vecinos de Boedo –a quienes con tanto respeto se ha tratado y se les ha mostrado una actitud servicial y de querer discutir todos respetuosamente– representan un mínimo o una parte de Boedo; por lo que no deberían arrogarse la representatividad del barrio; porque aquí hay muchos miembros de Catedral de la Fe que también son vecinos de Boedo. Desconociendo los avales presentados y la propia y probada falta de representatividad barrial.
Resultó, cuando menos, curioso que en tres oportunidades repitiera ¡Cuánta intolerancia!, no sabemos bien si con sentido autocrítico.
Y terminando su patética recurrencia a su invalidez como prerrogativa, solicitó prolongación de su monólogo porque hace dos horas que estoy esperando; respondida por la presidencia (Sr. González) con: todos los vecinos hace dos horas que están esperando.

El ojo del Gran Hermano, en casa
(Orador 119.- Sr. Pablo Ezequiel Muñiz Aldao) Al escucharlos, pareciera que todas sus familias y todos los lugares donde ustedes están son perfectos. Me encantaría vivir en sus familias. Pareciera que no hay rencor, soledad, ni un montón de problemáticas.
Quizá faltó decir: “...que la Catedral de la Fe, si se instala en Boedo o en tu propia casa, y no de otra manera, te puede ayudar a solucionar...”

Alguno ya se dio cuenta
[...] quizás hemos sido víctimas de una mala operación inmobiliaria.(Orador 125.- Sr. Adrián Serra)

Mario Bellocchio


Tierras del Viejo Gasómetro vuelven a San Lorenzo
Ayer (jueves 7) estuvimos en la Legislatura para asistir a la sesión en la que se trataría el primer proyecto de Reparación Histórica de San Lorenzo. Entre las 9 y las 10 de la noche se aprobó por 47 votos y 8 abstenciones. La iniciativa restituye al Club el predio de 4500 metros cuadrados donde hoy se encuentra la Plaza seca Lorenzo Massa. De esta manera se revirtieron parte de los efectos jurídicos derivados de los actos de la dictadura militar. Alrededor de mil Cuervos acompañamos el tratamiento dentro y fuera de la Legislatura. El segundo proyecto que tendrán que analizar y estudiar los legisladores es la declaración de utilidad pública de una franja de 15 m de frente, que abarca una parte del estacionamiento, lindante con el terreno –de 10 x 60 m– que hoy posee San Lorenzo en Avenida La Plata. Como reparación simbólica la expropiación de estos 750 m2, que se sumarán a los 600 que posee el club, vecinos a ese predio, permitirá que San Lorenzo pueda construir una sede social con la que podrá retomar los vínculos sociales, culturales y deportivos con el barrio.

Claudia Ferrentino





Callejeando historia:

Luis A. Huergo o de cómo Buenos Aires perdió el río
Cada vez que visitamos Montevideo nos maravilla la perfecta integración de esa hermosa ciudad con el río; ya desde el Cerro, si arribamos por tierra por la ruta 1, son visibles la traza urbana y, especialmente, la ciudad vieja enmarcadas en la bahía. Y cada vez que lo hacemos lamentamos cómo Buenos Aires perdió el río, cómo una ciudad que nació como puerto le dio las espaldas a su propia razón geográfica –para bien o para mal– y levantó una barrera arquitectónica que hoy día, especulación inmobiliaria mediante, se está multiplicando como una Manhattan del subdesarrollo.
Pero esta historia viene de lejos, pues es sabido que desde su fundación hasta bien avanzado el siglo XIX la ciudad-puerto no tuvo puerto. Durante casi trescientos años los barcos mercantes atracaron en el Riachuelo y los de pasajeros frente a la ciudad, en lo que se llamaban “balizas exteriores” y eran en realidad los “pozos” naturales que formaba y forma un río del cual desconocemos –o directamente, no tiene– régimen previsible. En uno de estos pozos, ubicado donde hoy está el edificio de la Armada, libró una batalla Guillermo Brown mientras los porteños asistían al espectáculo cómodamente instalados en sus terrazas, y en estos pozos se apostaron las escuadras británicas que saludaron con cañonazos el 25 de mayo de 1810 o bloquearon a Buenos Aires durante el gobierno de Rosas. Pero decíamos que en estos pozos anclaban los buques de pasajeros, y aquellos viajeros debían transbordar primero a una ballenera –una especie de lancha grande– y, más cerca de la orilla, a unas carretas de grandes ruedas que, después de mojaduras, incomodidades varias y aún algún chapuzón, los depositaba en tierra.
Muchos proyectos existieron, desde la época de Rivadavia, para crear un puerto adecuado, entre ellos los del ingeniero Bevans cuyo nieto, Carlos Pellegrini, va a ser quien inaugure Puerto Madero. Pero recién en 1855 la Buenos Aires secesionada de la Confederación Argentina construyó, frente a la bajada de la actual calle Perón, el Muelle de Pasajeros y, detrás del demolido Fuerte, la Aduana del ingeniero Taylor con su muelle de carga. Se agregó más tarde, a la altura de la bajada de Viamonte, el llamado “muelle de las Catalinas” con sus depósitos, empresa privada en la que participaba el futuro intendente Seeber, pero con el tiempo todos fueron quedando chicos. Buenos Aires, ya como cabeza de la Nación, se había volcado –como forma de integrarse al mercado mundial– a un proyecto totalmente agroexportador que funcionaría hasta la crisis de 1929 y necesitaba un gran puerto para canalizar sus exportaciones de carne y cereales. Y aquí, en realidad, empieza nuestra historia, pues en 1882 el comerciante Eduardo Madero regresa de Londres con un proyecto de obras portuarias que, impulsado por Pellegrini en el Congreso, es aprobado en desmedro de otros más antiguos como el del ingeniero Luis Augusto Huergo. Este, nacido en 1837, había recibido el primer título de ingeniero civil expedido en el país por el Departamento de Ciencias Exactas de Buenos Aires, el 6 de junio de 1870, con una tesis sobre las vías de comunicación y apenas recibido viajó a Europa, enviado por el gobierno, para contratar 118 puentes que luego instaló en nuestro país y el primer tren de dragado para el Riachuelo. Reseñar todas sus obras excedería esta columna, pero entre otras estudió la canalización de los ríos Tercero, Cuarto y Quinto de Córdoba, proyectó y construyó el ramal de 700 km del Ferrocarril Pacífico desde Buenos Aires hasta Villa Mercedes (San Luis), proyectó el dique comercial de San Fernando y construyó anexo al mismo el primer dique de carena del país, formuló proyectos –y muchos los concretó– portuarios, de irrigación, de canalización, de minería y fundición, de obras sanitarias en varias provincias y hasta en Montevideo y Asunción del Paraguay. En 1876 fue designado, por concurso, director de las obras del Riachuelo y presentó en 1880 un proyecto de puerto con un solo canal de acceso y una serie de diques en línea, que se irían construyendo a medida que fueran necesarios hasta llegar a aguas hondas. Para esto proponía como emplazamiento la desembocadura del Riachuelo y parte de lo que ahora es la Dársena Sur y la usina eléctrica. Pero, como decíamos, Madero presentó “su” proyecto que venía con el apoyo de compañías y capitales ingleses y, en consecuencia, ganó la puja. Lo que en realidad traía Madero era el modelo del puerto de Londres, ciudad atravesada por el Támesis, y no otra cosa fue lo que se construyó, creando un río artificial mediante el rellenado de terrenos desde la barranca de Paseo Colón-Leandro Alem hasta la actual avenida Tristán Achával Rodríguez y la excavación en la tosca de cuatro diques y dos dársenas longitudinales, cubriendo el frente de la ciudad desde el Parque Lezama hasta el actual Retiro.
Al enterarse de la adjudicación del proyecto a Madero, Huergo renunció como director de las obras del puerto y entabló una polémica pública que dio como resultado los dos gruesos tomos de Leyes, decretos, resoluciones y otros documentos referentes al puerto de Buenos Aires que imprimió Jacobo Peuser en 1897 y hoy constituyen una fuente histórica y técnica invalorable. Continuó, igualmente, su actividad profesional y académica como intendente general de Guerra, ministro de Obras Públicas de la provincia de Buenos Aires, profesor y decano de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; delegado al Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires, presidente y miembro de numerosas empresas privadas –entre las cuales fundó el Expreso Villalonga–, fundador y presidente de la Sociedad Científica Argentina, presidente de la Sociedad de Ingenieros Civiles, del Centro Argentino de Ingenieros y, al final de su vida, presidente de Y.P.F. desde 1910.
Lo interesante es que tanto Huergo como Madero pertenecían a la Logia Confraternidad Argentina Nº 2, desde 1863 y 1865, respectivamente, destacándose nuestro personaje también en este terreno, pues ocupó altos cargos e integró, entre 1869 y 1889, la comisión edificadora del Templo Masónico de Perón 1242. Asimismo perteneció a la Sociedad Masónica Filantropía Argentina e intervino en 1865 en la creación de una Escuela de Artes y Oficios, proyecto interrumpido por la guerra del Paraguay que en 1868 retoma el gobierno de Sarmiento creando el Asilo de Huérfanos y, como anexo, la mencionada Escuela, adquiriendo para ello el terreno comprendido entre las calles Méjico, Independencia, Saavedra y Jujuy.
Luis Huergo falleció en 1913 y recibió, a lo largo de las décadas, numerosos homenajes. Se le erigieron monumentos, se dio su nombre a un colegio industrial y a la larga avenida que limita el puerto pero –valga la paradoja– debió compartir con Eduardo Madero. Dentro de todo, quizá sea justicia que su tramo, desde Rivadavia, corra hacia el sur, hacia La Boca por la que tanto trabajó y donde proyectó la obra portuaria que no nos hubiese robado el río. Como colofón: Huergo proponía también un sistema de dársenas “en peine” en lugar de los muelles longitudinales; en 1900, a ocho años de su finalización, el Puerto Madero ya era obsoleto para recibir a los grandes cargueros y en 1913 debió encararse la construcción del “Puerto Nuevo”... con el sistema que proponía Huergo.
Diego Ruiz


Nuevo centro de alto rendimiento de tenis
El jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Jorge Telerman, junto al ministro de Producción y titular de la Corporación Buenos Aires Sur, Enrique Rodríguez, firmó un acuerdo con el ex tenista José Luis Clerc para la creación del Centro de Alto Rendimiento de Tenis que funcionará en el Parque Roca y que será dirigido por Clerc. Este proyecto dotará al sur de la Ciudad de Buenos Aires de un espacio para el desarrollo del tenis de primer nivel.
El Centro tendrá como objetivo tanto la formación de futuros profesionales como la enseñanza del tenis con fines deportivos y recreativos. En ese sentido, se dará importancia al desarrollo de la práctica de este deporte entre la población del sur de la Ciudad, por lo que se otorgarán becas a chicos de las escuelas públicas de la zona.
Los participantes del Centro tendrán la posibilidad de practicar tenis en el más alto rendimiento en las instalaciones del Parque Roca. Se trabajará con los chicos en la enseñanza de técnicas y capacidades físicas necesarias para la práctica profesional del tenis y en la transmisión de valores fundamentales del deporte. Con el entrenamiento de alta competencia se propone convertirlos en las futuras figuras del tenis nacional e internacional.
El Parque Roca cuenta con 200 hectáreas en el sur de la Ciudad y alberga al Estadio Multipropósito, recientemente inaugurado en la semifinal de la Copa Davis, con capacidad para más 14.000 personas. Posee, además, ocho canchas de polvo de ladrillo y tres canchas de superficie rápida donde entrenarán los integrantes del Centro de Alto Rendimiento.
La Corporación Buenos Aires Sur (CBAS) será el patrocinante institucional de la Asociación Argentina de Tenis (AAT), por lo que se firmará un convenio entre ambas que establece, además, la voluntad de desarrollar conjuntamente diversas actividades en el Parque Roca vinculadas con el desarrollo, fomento y expansión del tenis. Entre las actividades programadas se incluyen campeonatos, acciones formativas y promocionales.



Predicciones pesimistas
Nada más inquietante que el azar. Nada más angustioso que sabernos arrojados a un mundo sin leyes. Nada más insoportable que padecer la certeza de estar eternamente amenazados por desgracias absurdas jamás compensadas por el asalto periódico de ciertas alegrías que, igual que las desdichas, carecen de sentido. Ningún burócrata celestial regula el flujo de sufrimientos existenciales para que el caudal de los males que habremos de padecer a lo largo de la vida sea equitativamente repartido. Si alguna certeza nos proporciona el azar es, acaso, la del sufrimiento: no llegaremos a la adultez sin sufrir, no moriremos sin haber padecido.
Por eso, pretendemos conjurar los peligros del azar por medio de rituales extraños: atisbar nuestro destino en la borra del café, adivinar nuestra suerte en una carta de Tarot, palpar nuestro futuro en las predicciones del Zodíaco. Una ingenuidad incurable nos lleva a creer que en la última página de la revista dominical o del diario, próximo a los clasificados, hay un mensaje de los astros que nos está destinado. Desde que aprendemos a leer tendemos a suponer que el destino está escrito en algún sitio y que para conocerlo hay que descifrar el misterio de frases tan enigmáticas como las que tratábamos de descifrar en la infancia: “Ema amasa la masa”, “Ese oso me mira”, “Agueda se empina para alcanzar los bombones”. Hay quien cree, incluso, que la escritura misma que habla de nosotros es cifrada: nuestra suerte está escrita en los hexagramas del I Ching o en las líneas cruzadas de la palma de la mano. Aunque el azar carece de burócratas, existe toda una burocracia predictiva destinada a paliar la angustia de estar obligados a vivir en un mundo sin leyes: si no podemos evitar las desdichas, por lo menos que nos permitan anticiparlas, o que nos prometan, en compensación, pequeños paraísos terrenales rotativos de acuerdo con el signo bajo el que nacimos.
Quienes desdeñamos los consuelos prefabricados vivimos en la angustia de sabernos juguetes del azar. Por eso, con frecuencia, nos escapamos a otros mundos, a otros universos regidos por leyes precisas, donde todo lo que acontece tiene un sentido. A diferencia de lo que sucede en la vida, en los cuentos y en las novelas todo es necesario, nada es aleatorio. Frente a la inverosimilitud de la existencia se levanta la verosimilitud de la literatura. A veces, cuando la angustia de existir se vuelve insoportable, dejo de lado mis reparos racionales, paso por la mesa de novedades de una librería o busco en mi propia biblioteca una novela o un libro de poemas y lo abro en la primera página o dejo que el azar me guíe a través de él, como tanta gente hace con el libro del I Ching. Estoy segura de que en la primera frase que lea estará cifrada mi suerte igual que se cifra en los hexagramas: “Pueden llamarme Ismael” dice Herman Melville al comienzo de Moby Dick. Pienso entonces que la novela, convertida en oráculo, me alerta sobre los peligros de la vanidad de creernos únicos, de suponer que bajo nuestro nombre se condensan una serie de características irrepetibles. “Pueden llamarme Ismael” o de cualquier otro modo, porque la historia es más importante que el narrador. Será mejor –me digo tomando el mensaje como un consejo práctico– que deje de preguntarme quién soy, que actúe más y piense menos.
“Para todos tiene la muerte una mirada. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”, me dice Pavese desde un poema, poniendo ante mí el destino inexorable con fatalismo de tarotista gitana.
“Ahora estoy muerto, soy un cadáver en el fondo de un pozo”, me dice Orhan Pamuk sin medias tintas. ¿Así que era eso? Recién ahora lo comprendo. ¿Así que he cruzado al otro lado sin darme cuenta? ¿Así que la incertidumbre era, finalmente, un sentimiento post mortem? Ya me parecía a mí que esta agonía en cuentagotas, que esta angustia para la que ningún oráculo tiene respuestas no podía ser la vida.

Mónica López Ocón



Derechos humanos, hoy
El 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas proclama y aprueba la Declaración Universal de los Derechos Humanos

El tema nos lleva a efectuar algunas consideraciones sobre la organización madre, la ONU.
La carta fundacional firmada en junio de 1945 en San Francisco tiene un antecedente, la declaración rubricada en Moscú en 1943 entre Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña y China, las naciones que al filo del fin de la Segunda Guerra se habían “repartido” el mundo; su finalidad: constituir una organización política internacional de cooperación.
En 1945 la ONU tenía 50 estados miembro, los denominados Estados Fundadores, uno de ellos la República Argentina. Hoy la organización cuenta con 192 miembros.

La Asamblea General y el Consejo de Seguridad siempre estuvieron impregnados por la guerra fría entre las dos potencias de la segunda mitad del siglo XX, la entonces Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas y los Estados Unidos de Norteamérica, lo que trajo como inevitable consecuencia que innumerables resoluciones votadas por la Asamblea no fueran respetadas.

El preámbulo de la carta de 1945 es, como toda regla general, pasible de interpretaciones; entre otras cosas, los firmantes se comprometen “a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará la fuerza armada sino en servicio del interés común y a emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos”.
¿Qué se entiende por interés común? ¿Común bajo qué parámetros ideológico-políticos? ¿Qué pueblos serían merecedores de que la ONU promoviera su progreso económico y social?

A principios de la década de 1960 se incorporan a la organización una gran cantidad de países asiáticos y africanos, recién descolonizados por los estados centrales a los que ya no convenía actuar como imperios, pero que continuaban –y hoy con mayor fuerza que nunca– manteniendo intereses económicos sobre las –en ese entonces– nuevas naciones.
Porque más allá del tema que nos ocupa, la instauración del Estado-nación capitalista trajo de suyo la división del mundo entre estados principales –léase dominantes– y dependientes –léase subsumidos a su poder–.

En el primer punto del preámbulo, las Naciones Unidas se comprometen “a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra…”; en el segundo punto se “reafirma la fe en los Derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas”.Este segundo punto es la piedra basal de la posterior Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, cuyo antecedente más célebre fue la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Asamblea Constituyente francesa votada por la Convención Nacional el 23 de junio de 1793 e incorporada como preámbulo a la Constitución del 24 de junio del mismo año. En dicho preámbulo se expone como declaración solemne que “…los derechos del hombre son sagrados e inalienables para que todos los ciudadanos puedan comparar los actos del gobierno y el funcionamiento de toda institución social y no se deje jamás oprimir y abatir por la tiranía". El artículo 33 afirma: “La resistencia a la opresión es la consecuencia de los otros derechos del hombre”. Y el 34 reza: “Existe opresión contra el cuerpo social cuando uno solo de sus miembros es oprimido. Hay opresión contra cada miembro cuando el cuerpo social es oprimido”.
Pero la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 es de orden moral, no político, y es su generadora la ONU, la que marca las pautas a partir de sí misma y de los organismos especializados creados para diversos fines: el FMI (Fondo Monetario Internacional), el GATT (Acuerdo General sobre Aduanas y Comercio), la OIT (Organización Internacional del Trabajo), la UIT (Unión Internacional de Telecomunicaciones), la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), la OMS (Organización Mundial de la Salud), entre tantas otras.

La Declaración de los Derechos Humanos es enunciativa y orientativa, no posee el rango institucional de organización rectora de políticas específicas a implementarse.
En términos económicos los países no centrales dependen, no sólo de las resoluciones de la ONU, sino –y primordialmente– del imperialismo económico post-colonial, ejercido por los grandes centros de poder económico.

Las mayores violaciones a los derechos humanos por terrorismo de Estado han sido y son sufridas por los países más pobres y dependientes económicamente y –directa o indirectamente– apoyadas por las naciones con mayor acumulación de poder, que a su vez invaden territorios y pergeñan guerras, torturas y muertes de población civil y arrasan y destruyen pueblos enteros.

A partir de diciembre de 1989, el pacto firmado en Malta por Bush y Gorvachov, concluye la guerra fría y la URSS se disuelve como segunda potencia del mundo.
A partir de entonces se exacerban las condiciones de sometimiento de los países menos desarrollados al poderío económico, político y social del centro del mundo.
El comando unipolar ejercido por Estados Unidas es una realidad irreversible y el capitalismo mundial reestructura el mundo “...en el marco de una economía sustancialmente transnacional signada por una nueva división internacional de la producción”. (*)

El 9 de diciembre de 1985 la Cámara Federal de la República Argentina condena a los dictadores Videla, Massera, Agosti, Viola y Lambruschini; a los dos primeros a 17 años de prisión, a Viola y Lambruschini a 8 años y a Agosti a cuatro años y medio.
Una duda: ¿hubiera sucedido lo mismo después de 1989, con la ONU manipulada por Estados Unidos y la implantación en el mundo de la dictadura neoliberal?

La instauración de dictaduras en América Latina durante la década de 1970, ¿no contradice los artículos 3 y 5 –entre tantos otros– de la Declaración: "Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona” y “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”? ¿Y a lo afirmado en el preámbulo de 1945 de la Asamblea de las Naciones Unidas: “…no se usará la fuerza armada sino al servicio del interés común…”? ¿Qué hizo la ONU al respecto?
Analizar sus acciones escapa a los fines de este artículo pero la respuesta final está en boca de todos y en el registro en la memoria de nuestros 30.000 desaparecidos.

De aquí que la afirmación de que la Declaración Universal de los Derechos Humanos debe poseer normas de autonomía política –no meramente morales– y no dejar el resto en manos de lo resuelto por la ONU.

Por otra parte, la aserción de que los derechos humanos deben tender a la satisfacción de las necesidades básicas, a la educación, al acceso a los bienes culturales, y a tantos otros “protegidos” por la declaración, se contradice con la realidad de los hechos: más de la mitad de 400 millones de latinoamericanos que no satisfacen sus necesidades básicas y 102 millones de indigentes, resultado directo de la continua aplicación de políticas liberales en la región desde hace más de 20 años. El poder económico concentrado es el imperialismo de los tiempos que corren y el centro del mundo unipolar sólo respeta una ley, la lógica de la ganancia y la sumisión de las economías locales a la central.

El Informe del Secretario General de las Naciones Unidas de septiembre de 2006 afirma que la pobreza es causa y producto de las violaciones de los derechos humanos.
La Declaración del Milenio y el Documento Final de la Cumbre Mundial 2005 se comprometen a erradicar la pobreza. ¿Les creemos?

María Virginia Ameztoy

(*) Eric Hobsbawm, en: Revista Travesía Nº 3, octubre de 1991, Lima, Perú.



El monumento a Mariano Moreno
En ocasión del Centenario de la Revolución de Mayo y como parte de los festejos conmemorativos destinados a perpetuar la memoria de los hombres que habían protagonizado los sucesos revolucionarios de 1810, se erigieron monumentos a todos los miembros de la Primera Junta. Entre ellos el destinado a Mariano Moreno, que se encuentra emplazado en la Plaza Lorea, cuyo artista fue Miguel Blay y Fábregas y su comitente Adolfo P. Carranza, primer director y fundador del Museo Histórico Nacional.
El Centenario fue un momento muy particular. Por un lado la elite conservadora que gobernaba el país se había lanzado a conmemorar los cien años de vida independiente en una situación histórica donde la Argentina atravesaba por profundos cambios sociales y económicos como resultado del modelo agroexportador que llevaba a “La Prensa” a afirmar que la Argentina, como país joven y pujante, redimía al proletariado de los pueblos viejos posibilitando su ascenso social; y por el otro, agudos contrastes y desniveles sociales que dieron origen, sobre todo en la capital, a un combativo movimiento obrero que sembraba la preocupación en muchos miembros de la elite por lo que consideraba “la pérdida de los valores nacionales que habían encarnado en los Hombres de Mayo y de la Independencia”. Se imponía la necesidad de reestablecer el espíritu patriótico de los ancestros, de los padres de la patria, a efectos de educar cívicamente a las nuevas generaciones. En este sentido ya Ricardo Rojas había hablado de la pedagogía de las estatuas, postulando a los monumentos públicos como materializaciones de un espíritu nacional que debía imponerse, frente al agravio que significaban las estatuas que en la ciudad se habían levantado a personalidades extranjeras como la de Mazzini o la de Garibaldi.
El Centenario ofrecía la oportunidad de sembrar el espacio público con esculturas y monumentos portadores de valores nacionales. Pero entre lo proyectado y lo realizado, a veces mediaba un abismo, sobre todo para el pensamiento de los hombres más vinculados a la comitencia de estas obras de arte. Veamos lo que escribía Adolfo P. Carranza en su diario personal respecto de lo sucedido el día que se inauguró el monumento a Mariano Moreno. “1º de octubre de 1910. Acabamos de inaugurar la estatua de Moreno, a las 3 ½ p.m. (...) Poca gente. Un regimiento y una escuela. Indigna esta conducta tratándose del más grande hombre civil de nuestro país. Debió inaugurarla el Presidente, debieron ir las escuelas públicas, ser día feriado, tener por decreto honores de teniente general. Lo que se le decreta a cualquier cachafaz que ocupa un puesto público no ha merecido el gran Moreno. Es cierto que, ¡que le importa a Figueroa (José Figueroa Alcorta, Presidente de la República) y a Güiraldes (Manuel Güiraldes, Intendente Municipal) honrar la memoria de ellos! Este último es el culpable pero más por ignorancia e inconciencia que por mala fe” (1).
Obviamente los monumentos y las esculturas no son ideológicamente neutros y son un punto de entrecruzamiento de disputas en ese sentido; pero frente a la indiferencia hacia los espacios públicos, hacia la ciudad como expresión artística, bueno es que recordemos, cuando pasamos ante el monumento a Moreno en Plaza Lorea, que el secretario de la Primera Junta Gubernativa fue el jefe de la facción más radicalizada de la Revolución de 1810 y que consideraba que un gobierno era bueno en la medida en que procurase la felicidad de los habitantes de su estado y que ello requería una justa y equitativa distribución de la riqueza.

Miguel Ruffo

(1) CARRANZA, Adolfo P; “Diario Personal”, Libro I, folios 105-106.


Nira Etchenique, pagana y dichosa
Nira Etchenique dijo, ¡Qué linda remera! Estábamos en el café Margot, era la primera vez que veía a Nira en persona, su nombre poeta se hacía cuerpo sobre la pared del café que da al pasaje San Ignacio. Sobre esa pared, Nira dejó su primera huella en mi presencia, como si entrara y saliera del mismísimo sueño.
Hasta ese momento yo no sabía que llevaba sobre mi persona, a la izquierda de mi pecho, en la remera, la imagen de cuatro anfibios urodelos, que quiere decir que tienen cola y generalmente cuatro patas. Este tipo de urodelo mide unos veinte centímetros de largo, y la mitad aproximadamente se los lleva la cola; es de piel lisa, de color negro y con manchas amarillas. Mis cuatro urodelos, según los cabalistas, son seres fantásticos, y éstos portan y prometen el espíritu elemental del fuego. Llevaba cuatro salamandras sobre mi remera cuando Nira dijo lo que dijo y nos conocimos; corría el 2003.
Nira Etchenique tenía en sus manos su último libro, Judith querida; ella hablaba con el poeta Rubén Derlis de ediciones, luchas, imposibilidades y editores, estos últimos, unos seres especiales, aunque para nada fantásticos. Nira trabajaba en ese momento de autora y editora que se preocupa por la difusión de la novela autobiográfica que acababa de dar a conocer; por las dudas, se aclara que ella no era la dueña de la editorial Corregidor. Los editores duermen a la sombra mientras algunos escritores son los que salen al sol en el corazón mismo del fuego, [...] Yo no sabía que el arte no entra por el alma sino que lo primero que toca es el cuerpo y lo avasalla, lo despierta, lo somete. Yo no sabía que el arte nos hace paganos y dichosos. Y está bien que no lo supiera, porque estos descubrimientos deben ocurrir en secreto, como en penitencia.
Recuerdo que cuando adolescente y algo más leí un libro, Grandes enigmas del cielo y de la tierra de Alejandro Vignati y Andreas Faber Kaiser. Fue en esa lectura que tuve la primera noticia sobre las salamandras humanas. En mi sed de misterios de aquellos años el tema hizo su marca, y se fue gubia adentro en la memoria. Estas salamandras humanas se recibían como tales en el momento único de su muerte. Personas que de repente se prendían fuego y cuyos cuerpos se consumían hasta las cenizas. Cenizas era lo que se encontraba, y el fuego nunca afectaba el paisaje testigo de la combustión. Explicaciones químicas, y no tanto, nunca alcanzaron; el hecho era que una persona se había hecho fuego y ceniza en la tranquilidad de su casa. Estas combustiones llevan nombre y apellido, y están registradas con signo interrogante en muchos barrios del más allá de Boedo.
Después de leer la inolvidable Judith querida, luego de recuperar la capacidad de la lectura, encontré en una mesa de oferta, un libro por un peso, Persona, la novela de Nira sobre la que sólo había oído hablar. Editada en 1979, la historia es un desgarrador recorrido por la relación padre / hija; ella entrando y saliendo del infierno; ella con movimientos de alma y escuchando las voces de los muertos, mientras su padre agonizaba. Transcurre en el año 1975, un año de Triple A y otras yerbas, un año de ejército montonero y guevaristas en el monte tucumano; de la novela guardo un fragmento del miedo [...] Todo conduce a él en un sufrimiento inútil. Aparece como una enajenación, es un descubrimiento doloroso que nos revela las débiles consistencias de nuestra naturaleza enfrentada al horror sin la posibilidad de reflexionar. Es un asalto brutal que nos empobrece rápidamente y hace vulnerable el instinto. La realidad nos impide tomar distancia para observar el contenido de la conciencia. El rostro del miedo se multiplica en noches infinitas sacudidas por el contraste sin referencias de viejas raíces podridas que alimentábamos en secreto, y temblores que impiden encajar las viejas experiencias en un modo desgarrante de padecer y de vivir.
¿Este es nuestro país, nuestra tierra? El miedo nos empapa y rezuma. La calle levanta atmósferas amenazantes que transportamos en la intimidad, es un eclipse de la razón que lame nuestros pasos. Taparse los ojos, algodonarse los oídos. No hay amuleto contra el miedo. Veremos, oiremos por las células, por los poros, crujiendo y vomitando como los médium de un sacrílego rito.
Sólo en los amaneceres encontramos algo de paz. Entumecidos por el cansancio aceptamos dormir. Hasta allí llegarán los coletazos del miedo y los sueños serán pequeños roedores que desgastan el corazón creando con los restos de nuestra energía las pesadillas que acabarán por consumirnos. Al despertar preguntaremos azorados qué parte de nosotros mismos hemos perdido, cuántas deberán aún seguir cayendo en esta extenuante batalla contra el miedo. Agotados, enfermos, entraremos día a día en pequeños instantes de vitalidad, miserable tregua de la que extraeremos, como pordioseros, la voluntad estratégica de sobrevivir.
Todos envejecemos hasta comprender que es preferible sufrir el espantoso estremecimiento de un hecho antes de soportar su espera. Es entonces cuando se produce la colisión. El miedo desaparece. Su lugar será ocupado por la persona.
Tambaleamos al borde de un abismo intemporal. Preguntamos quién es nuestro enemigo. Preguntamos, preguntamos, preguntamos. ¿Me matarán por pensar, me matarán por escribir, me matarán por no creer en dios, me matarán por querer ser una persona? ¿Me matarán por saber, por oír, por ver?
Las palabras revientan sofocadas por aullidos, estallan en vómitos de coágulos contra las paredes de baldíos barriales en los que por las mañanas manos piadosas queman pelotas de trapos ensangrentados.
Las nubes asesinas no interrogan. Son la
justicia de la barbarie.
En otra mesa de ofertas, al parecer el lugar por excelencia para ciertas escrituras, encontré Diez y punto, a tres pesos una de las mejores poetisas argentinas, Pregunto por la muerte; / este naufragio no nos salva siquiera de la vida / y camino sonámbula y golpeada / pregunto por la muerte. / Y la aventura, ¿por dónde te comió, / por dónde pudo entrarte la soledad un día / y sacarme de ti como un abrojo? En este libro poema, Nira recorre su historia de amor con el poeta Mario Jorge de Lellis, su fiesta y su pena, Eras mío sin fin, / predestinado. / Fatal, oscuro y triste, melancólico. / En un día, no sé, de marzo antiguo / alguien se dio a nacerte para mí. Diez poemas en relato y un punto, No concedo perdón, quiero venganza. / Este libro es verdugo de mí misma. / Diez poemas de amor y de castigo / y un suicidio común que aquí nos mata. A la muerte del poeta, Nira, en Ultimo oficio, escribirá, Sin dulzura ha de ser la despedida. / Necesaria nos es esta aspereza.
Nira incolora de tanta escritura tierra adentro, cuentan que es por ahí donde la tinta puede hacerse sangre, y en su caso, esa era su única manera de escribir, y de vivir. Al menos así la imagino.
Nos vimos tres veces en el Margot, hablamos otras tantas por teléfono. Tuvo las ganas y el tiempo necesario para leer el libro de quien está intentando formarse. Nira Etchenique tenía tiempo para la escritura nueva.
Cuando Nira murió el 6 de agosto de 2005, descubrí un recuadrito ínfimo, no más de cinco líneas de información, en el diario Clarín. Su último año de vida, ella sólo estuvo para los más amigos, se fue guardando en silencio mientras llegaba la última llama, luego la ceniza.
Fue en los días del después, en una de las pocas veces en que me animo a concurrir a una lectura, esto sólo ocurre cuando leen escritores y no los confundidos y eternos adoradores del micrófono, que escuché el poema Salamandras, parte de un libro, todavía inédito, del poeta Leopoldo “Teuco” Castilla, Casi incoloras / reptan por los muros / con rápidos / movimientos de alma / mientras viajan por el azar / cuyo círculo / es una encrucijada. // Huellas de arena, vienen a tatuar la casa, / del infierno vienen / a jugar / a la luz. // Son carne de la luz. // En las paredes comen moscas y voces de los muertos. / Nadie las vio nacer, / caminan del otro lado del cristal / de lo real, / pueden entrar y salir de tu sueño / perversas, puras, descalzas. // Sólo ellas nos ven deshojarnos. / Primero nos juntan, / luego sostienen todo lo invisible / para que no estalle / cuando tú pasas.
De la mano amiga del Teuco llegué a este entramado de recuerdos y lecturas, de remeras y salamandras, de fuegos y cenizas. ¡Qué linda remera!, dijo Nira; ella, la que fue puro fuego de escritura humana, de argumentos desesperados que sólo encontraba en su cuerpo; ella, la que se hizo cenizas entre los amigos; ella en la tranquilidad del fuego y la memoria.

Cuando fui adolescente y algo más, en esos días en los que siempre creí descubrirme como un muchacho exclusivamente atrapado por los enigmas del cielo y de la tierra, se ve que además ya me preocupaba por la vida secreta de ciertos poetas. Acabo de darme cuenta.

Edgardo Lois



ESTE ES EL SITIO

De piedra en piedra la ciudad castiga,
de calle en calle la ciudad golpea
con sus enormes casas donde el hombre
vive hacinado uno tras otro en piezas
que se repiten hasta el infinito.

Es tanta la ciudad que llevo adentro
que ni en las plazas hallo ya consuelo,
sus árboles son árboles agónicos,
su verde, más que verde es la variante
de una piedra tenaz que determina
el rostro general de Buenos Aires.

Si uno viviese en la mitad del campo
envejecer sería el resultado
de muchos días y muchos años
de estar frente a la línea del horizonte,
de enfrentar las variantes del espacio,
de vivir bajo el sol, de estar viviendo.

Osvaldo Rossler



Queremos decirles que... (Editorial)

¿Lo voto o lo boto?
El análisis de la versión taquigráfica de la audiencia pública por la plaza constituye una especie de autopsia sobre el cadáver de la Estación Vail. La resucitación devenida plaza quiere ser transformada, amañadamente, en Catedral. No hay razones, sólo dinero. Y en el año electoral en que va a producirse la votación definitiva, los legisladores harían bien en atender los datos que proporciona la vivisección, porque la Estación Vail murió, pero la plaza está viva, más viva que nunca.
Datos de la Fundación Catedral de la Fe
Actualmente nos reunimos en aproximadamente 4500 grupos en diferentes partes de la Ciudad de Buenos Aires. A cada uno de los grupos asisten entre seis y diez personas. (Orador 5.- Sr. Osvaldo Carnival, pastor que preside la Catedral de la Fe).
Promediando la concurrencia de esos grupos –4500 x 8– la feligresía llegaría a un total de 36.000 personas. No hay información de edades aunque habría que descartar un porcentaje que se hallaría fuera de los padrones electorales, seguramente. Sin embargo, el Sr. Gustavo Legname, directivo de la Fundación (orador Nº 3), se preocupó en aclarar que hoy hay 24 mil nuevos vecinos de Boedo, porque cada uno de nosotros es dueño de esa propiedad. El número fue dicho con precisión y sin duda alguna: 24.000. ¿Cuántos de ellos en condiciones de concurrir a las urnas a expresar su opinión? ¿Cuántos de ellos favorecerían con su voto a quienes, desdiciéndose de su primera opinión, les concedieran un predio ya otorgado por ley a un espacio público?
Boedo, según el último censo (2001)...
...tenía una población de unos 45.500 habitantes. La proyección de su crecimiento demográfico nos da un estimativo al año 2005 de 48.200. Con sus 2,6 km2 Boedo manifiesta una densidad poblacional de casi 20.000 habitantes por km2, es decir una de las zonas del sur de la Capital más densamente pobladas. A ello se le suma el record barrial de no contar con un espacio verde.
Según datos del último censo, el 77% de los habitantes de la Ciudad supera los 18 años de edad. Trasladando ese porcentual a Boedo se colige que algo más de 37.000 habitantes del barrio estarían en condiciones de sufragar. ¿Cuántos de ellos no seleccionarían cuidadosamente su voto para “esquivar” a quienes eventualmente les quitaran lo ya otorgado en el predio Vail?

Mario Bellocchio

10.11.06



Nº 58
Noviembre de 2006


Sumario:
*Centenario: día cero. Comienzan las celebraciones del centenario del natalicio de Homero Manzi. Por Mario Bellocchio
*Hace 5 años. A cinco años de la aparición de DESDE BOEDO
*La plaza. Ultimas instancias. Se cierra el proceso por la plaza para Boedo en la audiencia pública del lunes 13 en la Legislatura.
*Cine al aire libre en Boedo y San Ignacio.
* Callejeando historia: Homero Manzi, una geografía, por Diego Ruiz.
*Casuarinas, la unión vecinal ante un despropósito, por Horacio Cafferata.
* En sepia (Una manera de anotar en días nublados). Instantáneas, pequeños fragmentos de vida a veces inobservados. Anticipo del libro de Calixto Ribas.
*Para una nostalgia futura. ¿Recuerda? ¿anticipa? Mónica López Ocón.
*Seguridad, zonas, intimidades, por Carlos Penelas.
*En la periferia del barrio el Oratorio María Mazzarello cumple 75 años. Una descendiente de los antiguos pobladores cuenta la historia: Noemí Oneto.
*Manzi-Cedrón: entre puentes y chirolas de adentro. Edgardo Lois testigo de un encuentro artístico: Homero Manzi - Tata Cedrón. Las obras inéditas del Gran Homero, su hijo Acho, el Tata y el parto feliz.
*Poema: Como todo el mundo de Jorgelina Jusid


El 1º de noviembre se cumplieron 99 años del natalicio de Homero Manzi

Centenario: día cero

“Tras un verde ventanal, junto al mismo algarrobal, conocí la luz del día”, diría el propio Homero –ya en sus últimos años– describiendo la Añatuya natal, perdida en el monte santiagueño. 1907 señala la partida de un trazado que dejó profunda huella en Boedo.

Se inicia el año del centenario y con él comienza un rosario de actividades conmemorativas en homenaje a Homero. Los barrios de tango tendrán luna y misterio sin adioses –los poetas viven en sus versos–, con la inevitable nostalgia de los ausentes y las ausencias... Sin lágrimas, con el regocijo y el regodeo de disfrutar la herencia eterna, ingastable, armoniosa, de la incomparable pintura manziana. Su espatulado preciso. Pocas palabras bastan: paredón y después... cielo perdido... Una escueta frase: arena que la vida se llevó... Un punto cardinal: Sur... Y el Sur le rinde culto, simplemente porque él le rindió culto al Sur, como nadie.
Yo no sé si se sentó en el Canadian a trazarnos la historia barrial. Honestamente no sé ni me importa dónde lo hizo. Pero ese mundo de inmenso techo, todo el cielo, quedó atrapado para siempre cuando su lapicera derramó en vivoreo de azul... San Juan y Boedo antigua*.
Antigua, sí, una avenida que todavía no era barrio. Boedo era algo así como un paso pesado que diera Puente Alsina para llegar al centro, como también el tránsito obligado de las gentes del centro cuando querían acercar el alma hasta el Riachuelo..., confesaría el propio Manzi hablando de la mención.
Cuando metió al corazón de Boedo en la primera frase de su obra cumbre –San Juan y Boedo antigua–, se metió a Boedo en el corazón. Y se dio el lujo, además, de tejer paradojas: un quemero de alma, entrañablemente unido al alma cuerva.
Los sueños muertos del barrio que ha cambiado reviven, se reencarnan en su poesía. Las cosas que han pasado lo incluyen en su inventario del que emerge como una puntilla de bordado luminoso.
Tres años antes de su partida –¡qué prematura, a los cuarenta y cuatro!– nos dejó la herencia dedicada. En aquella primera versión, corregida para adecuarla a la música de Troilo, decía: Sur.../ Un pincel de emoción/ al pintar tu telón de arrabal/ me hace ver el portón/ y el buzón y el farol/ y me duele otra vez/el ayer que se fue de tu ayer/ por afán de volar,/ para al fin retornar sin querer.
San Juan y Boedo antigua, cielo perdido, sólo extraviado como gozoso presente, vigente como recuerdo. Está allí. Y Manzi en él. Rescatando el tiempo del tiempo aquel. Y su nombre flotando en el adiós .
Mario Bellocchio

* “Boedo antigua”, así se menciona en “Sur, barrio de tango”, Homero Manzi, Selección de Acho Manzi, Corregidor, 2000.


Cine al aire libre en Boedo y San Ignacio

Baires Popular, Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken y CGP Comunal 5 iniciaron con éxito la presentación de “Cine en la Cortada”.
El ciclo de proyecciones cinematográficas al aire libre comenzó, con singular suceso, los viernes de octubre a las ocho de la noche. Durante esas jornadas se proyectaron filmes que vincularon al cine con el fútbol. A los largometrajes se añadieron algunas circunstancias fuera de programación que jerarquizaron el espectáculo como fue la presencia ante la proyección de “El centroforward murió al amanecer” de la Sra. Didí Carli, protagonista, junto a Luis Medina Castro, de la citada película. Párrafo aparte para la multitudinaria recepción que se dio a la previa de “El crack”, donde la proyección de un cortometraje sobre el “Viejo gasómetro” reunió gran cantidad de asistentes.
El mes de noviembre, dedicado a las primeras producciones de nuestros directores contemporáneos nos promete películas recientes producto de los talentosos jóvenes realizadores.
OPERAS PRIMA
(Viernes de noviembre a las 20)
Viernes 3: Un día de suerte (2002). Protagonizada por Valentina Bassi, Lola Berthet e importante elenco. Dir.: Sandra Gugliotta. Viernes 10: Sólo por hoy (2000). Mariano Martínez y elenco. Dir.: Ariel Rotter Viernes 17: El descanso (2001). Juan Ignacio Machado y elenco. Dir.: R. Moreno, U. Rosell y A. Tambornino. Viernes 24: Herencia (2001). Rita Cortese, Martín Adjemián y elenco. Dir.: Paula Hernández.
LA ENTRADA ES LIBRE Y GRATUITA


La plaza en sus últimas instancias

El próximo lunes 13, en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la plaza para Boedo recorrerá los últimos pasos que el mecanismo de doble lectura le impone: la audiencia pública permitirá que quienes tengan algo que decir sobre el tema puedan expresarlo en la sala. Ya sobre el cierre de esta edición recibimos la información de que un grupo –supuestamente comprador del predio– perteneciente a una iglesia evangélica va a exponer sobre sus derechos. Las instituciones y vecinos que sostienen una larga lucha en defensa de lo conquistado con tanto esfuerzo han tomado en cuenta el nuevo e imprevisto desafío.
Los presuntos compradores de buena fe –si es que son compradores, si es que pueden probar buena fe– serán indemnizados con el importe de la expropiación y tendrán la oportunidad de continuar su negocio místico en el lugar que ¿necesite? su misticismo. En Boedo pretendemos cobrar en verde –no en “verdes”– la deuda que la ciudad tiene con sus vecinos: un espacio para todos, sin que haya que presentar carnet de culto, secta o institución alguna.
M. B.


Callejeando historia
Homero Manzi, una geografía

Hace un par de números este cronista callejero abandonaba el tono impersonal, declarando que era la única y última vez, para referirse a Cátulo Castillo. Y aclaraba que no podía hacerlo de otro modo porque Cátulo estaba en los recuerdos de su infancia, tanto como hombre como en la calle que hoy lo recuerda. En el caso de Homero –porque a pesar de existir otros, como el griego de la Odisea, como Expósito o tantos otros, cuando un porteño dice simplemente “Homero” lo está nombrando a Manzi– el cronista no puede invocar vivencias personales porque aunque éste también fue amigo de su padre (los amigos del viejo fueron en realidad mentores, casi una generación mayores como Jauretche, Hernández Arregui o los nombrados), no llegó a conocerlo. Pero tampoco quiere caer en la nota biográfica o en algún hecho fundamental de su vida, como lo hizo con Abraham Luppi, con Danel o Betinoti..., bastante y superior han ya escrito Luis Alén Lascano, José Barcia, Julián Centeya, Aníbal Ford, Horacio Salas, Alberto Di Nardo y el propio Acho Manzi.
En realidad el cronista estaría tentado de estudiar a Manzi como a un país –de ahí el extraño título– según propone hacerlo Adán Buenosayres con el pesado Rivera, pero no se le escapa la vena paródica de Leopoldo Marechal y no sería esa su intención, sino resaltar la enorme latitud de Homero como poeta popular que no quiso “ser hombre de letras” sino “hacer letras para los hombres”. Así pues el cronista callejero, que sabe sus limitaciones, sólo pretende cartografiar el itinerario vital de Manzi, seguir sus pasos desde la natal Añatuya, en Santiago del Estero, donde sus padres habían ido a probar fortuna con una explotación agrícola, en la estancia La 13, tras vender su fábrica de zapatos de la calle México. Dijo Janusz Kórzac que “la patria es el territorio de la infancia”, y Homero siempre tendría presente al pueblito de sus primeros años –donde se habían afincado su tío Carmelo y su hermano mayor, Luis, quien llegó a ser intendente– al que regresaría vuelta a vuelta y le daría un amigo, Hugo Mac Dougall, y una esposa, Casilda Iñíguez. Una de esas visitas, a fines de 1937, la hizo como enviado de la revista popular ilustrada Ahora a raíz de la terrible sequía que vivía la provincia y sus notas causaron tal conmoción que ocasionaron un entredicho con el mismísimo Alfredo Palacios y que el diario El Mundo enviara a su periodista estrella, Roberto Arlt.
Pero nos estamos anticipando en el tiempo, porque estábamos hablando del niño Homero que a los cuatro años cumplidos viene a Buenos Aires, a la casa comprada por los padres en Garay 3251, en el deslinde de San Cristóbal y Parque Patricios, ese territorio aún poblado de comités y canchas de taba o de pelota donde transcurrirá su infancia y primera juventud. Allí hará el primario en los colegios Olegario V. Andrade, de 24 de Noviembre 1636, y José María Gutiérrez, de Rioja 1846, y allí vivirá la primera pérdida, la muerte de su hermano Roberto de sarampión. Como intuye Horacio Salas, “tal vez esa muerte relajó la disciplina doméstica: comenzaron las travesuras, las llegadas tarde, las escapadas, las rabonas y, para alguno, las expulsiones escolares”. La solución, drástica y al estilo de la época, fue enviar a Homero y otro hermano como pupilos al colegio secundario de Abraham Luppi que dirigía Colombo Leoni, en Centenera y Tabaré. ¿El destino?... Aquella Pompeya de curtiembres entre pantanos y baldíos, surcada por el terraplén construido tras la gran inundación de 1913, con el viejo Puente Alsina y La Blanqueada como recuerdo de un pasado semirrural, no sería ya la misma: había hallado al poeta que la convertiría en mito fundacional porteño. Y Homero encontraría entre los cercos de cina-cina sus primeros amores como Celina, la hija del escultor Agustín Riganelli y otras muchachas que quedarán resumidas en “Juana, la rubia que tanto amé”. Y allí también ganará otra marca de identidad, pues así como San Lorenzo nació en el colegio del padre Lorenzo, en los picados que jugaban los alumnos de Luppi en Cachi y Traful había nacido en mayo de 1907 un club llamado Verde Esperanza, que a poco pasaría a ser Huracán y al que Homero adhirió toda su vida.
Pero más allá de Pompeya, un amplio círculo con epicentro en la casa paterna será quien decida su destino: dos vecinos que serán compañeros de vida, Cátulo Castillo y Sebastián Piana, y un viejo como padre intelectual, José González Castillo, con los cuales descubrirá el mundo de Boedo, con su Universidad y la peña Pacha Camac, la librería de Munner y la vieja pulpería de la esquina con México, el cuervo café Dante y el quemero El Japonés. Y por Parque Patricios el mítico café de Benigno, bandoneón y billares; el mercado de Liniers e Inclán, con la sombría presencia de Eufemio Pizarro; el café La Puñalada de Chiclana y Rondeau. Y, fundamentalmente, el viejo almacén de San Juan y Loria que reunía a Homero con Cátulo, Piana, Jauretche, Francisco Sabelli –el loco Papa– y supieron frecuentar los payadores Betinoti, Curlando e Higinio Cazón tanto como Vicente Greco o Enrique Saborido. En este territorio escribió sus primeros versos para la murga Los presidiarios, su primer vals, ¿Por qué no me besas?, y el tango El ciego del violín, primero de los éxitos que lo llevarían al Centro.
Pero antes Homero debería mudarse, contra su voluntad, a otro barrio. La tradición radical familiar lo había llevado muy temprano a la militancia en el comité de la 8ª, en Oruro y 24 de Noviembre, al Centro de Estudiantes de Derecho y al café de Las Heras y Pueyrredón que también hoy, ¡ay!, ha desaparecido. Allí lo sorprende el golpe del 6 de septiembre de 1930 y el interventor en la Facultad, Rodríguez Egaña, lo suspende por un año junto a otros sesenta y cuatro estudiantes que habían protagonizado la toma de 1929, entre ellos Arturo Jauretche. Pero Homero no era hombre de irse a su casa y comenzó a publicar clandestinamente Tribuna Universitaria junto a Eduardo Howard, los hermanos May Zubiría y José Constantino Barro. El decano Nazar Anchorena fue notificado, por una delación, del domicilio de la imprenta y el 11 de febrero de 1931 todos fueron detenidos por la Policía. Primero al Departamento y luego a la cárcel de Las Heras –allí el 1º de febrero habían sido fusilados Di Giovanni y Paulino Scarfó– donde pasaron dos meses de rigurosa incomunicación y se declararon en huelga de hambre. Fueron liberados sin explicaciones y, para peor, Manzi había perdido sus cátedras de castellano y literatura en los colegios Mariano Moreno y Sarmiento pero no se arredró, fundó una revista turística y –signo de su temple y confianza en el porvenir– se casó en diciembre con su novia Casilda, con la que más tarde se mudaría a Tarija 3421.
Y el Centro que nombrábamos... Todo este ejemplar de Desde Boedo no alcanzaría para nombrar aquellos lugares vinculados a Manzi; bástennos dos: el sótano de Corrientes 1778 donde el 29 de junio de 1935, a cinco días de la muerte de Gardel, un grupo que solía reunirse en el bar El Foro funda FORJA –con nombres como Jauretche, Manzi, Scalabrini Ortiz, Gabriel del Mazo, Luis Dellepiane, Jorge del Río y tantos otros–, cuyo primer acto se realizó el siguiente 2 de julio en el teatro Boedo. Y el otro, el café El Ateneo de Carlos Pellegrini y Cangallo donde en 1942 fue cofundador de Artistas Argentinos Asociados para encabezar la “época de oro” del cine nacional.
Su último domicilio, a partir de 1937, fue en Oro 3034, en pleno Palermo y a la vera del Hipódromo, otra de sus pasiones. Pero esto es un accidente pues, si bien fue hombre de toda la ciudad, Manzi quedó fijado en el imaginario popular como arquetipo de los viejos barrios del Sur al punto de que los ediles, al tratar de homenajearlo, eligieron una pequeña cortada de dos cuadras en Pompeya que corre desde Corrales hasta Esquiú entre Juan José Valle y Centenera. Pero, y esa fue nuestra intención, Manzi fue y es más que eso. Como bien le dijo Jauretche a Aníbal Ford: “(...) era una mezcla curiosa de porteño de barrio e intelectual del centro, con un arrastre provinciano, santiagueño y campero, curiosa mezcla que coordinaba muy bien dando un tipo de hombre argentino integrado”.
Diego Ruiz


Casuarinas

El arroyo Maldonado era uno de los límites naturales de la ciudad, antes de que se incorporaran los entonces pueblos de Belgrano y Flores. Debe su nombre a la leyenda de “la Maldonado”, una mujer que vino con don Pedro de Mendoza en el año 1536, y que fuera librada a su suerte en la llanura en las márgenes del arroyo, cuenta el historiador barrial Diego A. Del Pino.
En tiempos en que el Maldonado era una traza abierta y peligrosa, hace más de un siglo, unos retoños de casuarinas fueron plantados en tierras que, comentan los memoriosos, pertenecieron a una quinta de Rosas que compró la Iglesia, y que posteriormente al construirse el colegio Cabrini, fueron donados al barrio para que se construya una plaza.
La plaza hoy existe, se llama Roque Sáenz Peña y está ubicada en Juan B. Justo y Boyacá. Las añosas casuarinas forman su patrimonio. En Villa Mitre los vecinos tienen acostumbrado el oído al ulular de las casuarinas ante la primera brisa. Las largas agujas de sus hojas son el armonio que los ha acompañado desde siempre con su música y su sombra.
El cartel de obra de remodelación de la plaza no despertó alarma. Justo es decir que el Gobierno de la Ciudad ha trabajado mucho y bien en la mejora de los espacios verdes. De manera que el cartel no despertó, en sí, sospechas del despropósito. Pero un mal día reciente, las casuarinas y otros añosos árboles del lugar amanecieron con trazas de cal indicativas de su tala. Se corrió la voz y el vecindario en pleno se unió en defensa de lo suyo. Las instituciones y medios barriales prestaron su apoyo. Y todos se hicieron oír.
En Boedo ni siquiera hay plaza. Y la larga lucha por conseguir ese espacio vital afronta sus últimos tramos en la Legislatura, donde los vecinos serán nuevamente protagonistas como lo hacen desde 1971 para lograr una plaza en el predio Vail.
Parecen los espacios verdes un buen tema de movilización popular, de participación vecinal. Un buen terreno donde ensayar para las comunas.
Horacio Cafferata


En sepia


Adelanto del libro “En sepia (Una manera de anotar en días nublados)” del recordado escritor de Boedo Calixto Ribas.

Religión
Dos hombres piden monedas en las cercanías de una esquina.
Uno sentado sobre una piedra, el otro de pie; ambos habitando el lado de la calle de la puerta de la iglesia.
Un hombre viene caminando hacia la salida.
Se acerca a los que piden. Ellos saludan, lo conocen.
El que está parado le pregunta si va para Boedo.
No, para Catamarca, contesta.
Porque yo iba..., pero la frase enmudece justo en los puntos suspensivos.
El hombre que salía de la iglesia hizo callar al que estaba parado en la vereda. El tono de la voz fue de humorada, Pero caminá, che, si te hace bien.
El hombre sube a una camioneta estacionada casi a media cuadra de la esquina. El cuidacoches no está. Cuando la camioneta llega a la esquina, su conductor saluda a los hombres de la puerta con un movimiento de su mano derecha. Aprovecha el movimiento iniciado con la mano y se persigna, porque estaba frente a una iglesia.

Federico Alvarez, incansable observador de las huellas que prueban la existencia de dios, se para todas las tardes en la puerta de la Iglesia Santa Cruz, en Estados Unidos y Urquiza. Anota en su cuaderno mientras hace que espera el colectivo 23. Era jueves 27 de julio de 2006 cuando en su libreta consignó el caso de una mujer que, al ser atrapado su auto por el semáforo de la esquina, inició la ceremonia de la persignación. La mujer dibujó los trazos de una cruz, parte sobre su cuerpo, parte en el aire. Entre los dedos de la mano llevaba un cigarrillo encendido. Aprovechó el beso del final para conectarlo con una nueva pitada, una de las profundas.

Silencio
Un rumor de resortes sobre el metal del elástico, murmullo de cama vieja en medio de la noche.
Desde las sacudidas del amor, la cama, el metal, llega hasta la pared y entonces los amantes se expanden por el edificio.
En el silencio, que generalmente transita entre las dos y las cuatro de la mañana de la avenida, las palabras dichas o mordidas en los últimos momentos del encuentro, ganan su cópula a los pareceres del metal, la cama.
Ella gime, quiere más.
El dice, pero sólo palabras entrecortadas.
Se sabe, la palabra extiende su presente tanto como la voz del metal cuando los besos a la pared.
Luego del silencio, el último suspiro de la cama, aparecido después de que el agua haga su corrida por el baño.
En el hall del edificio, donde ni las miradas se bifurcan, la pareja pasa en silencio, como asumiendo una culpa.
El dice Hola desde su altura encanecida. Ella apenas sonríe, siempre parece otra.

Julio Argañaraz no puede evitarlo. Cada noche de amor de su vecino llega hasta su almohada. Las embestidas de la carne, piensa, mientras enciende el velador y los escucha. Hace tres años que los escucha, todo empezó apenas se mudó al edificio, en abril de 2003. La cama, la pared, el silencio; por eso Julio, cuidadoso, retira la cama de la pared y su beso es eterno.

Mirar
El hombre mira, contempla, la totalidad del ventanal del café/librería que da sobre la avenida.
Muchas mujeres caminan a esa hora de la mañana. Las hay de belleza y atracción natural; habitan las feas en la vereda, ellas en la más absoluta libertad; y pasan las producidas, las esforzadas trabajadoras de la apariencia. Ellas, las de trabado andar. Ellas, las siempre atentas al quiebre de la cintura y la mirada. Vida eterna al esfuerzo para que sean vistas; como el aire, de la misma manera necesitan de la mirada del otro para existir o tener la mínima, fugaz, oportunidad para el simulacro.
Un hombre cierra, mientras camina, el celular, como si fuera una vieja polvera de mujer. Es feliz, el sonido de cierre lo hace feliz; también es feliz porque sabe que sus movimientos fueron los adecuados. En plena sugerencia de avance, su figura parece salida de una propaganda de televisión.
Hombres águila camino a las alturas. Parejas jóvenes viviendo la eternidad de los amores que inevitablemente se irán acumulando, como los días transitados frente a los ventanales de los cafés imaginarios de esta ciudad.

Julio Arévalo mira a través del cristal de la mañana del 8 de septiembre de 2006. Cuando recuerda sus amores y desamores, no puede evitar el subtitulado de las imágenes. Julio Arévalo siempre subtitula. Si el tema es el amor, debajo de su memoria se lee “Historias amontonadas”. El mismo pasó por la avenida, frente al ventanal, hace apenas un momento, no tiene manera de saber qué anotará su observador.

Fósforo
Para llevar a feliz término los días de una caja de fósforos Gran Fragata de cuatrocientos individuos, será necesario ir raspando la caja, en sus caras laterales a gastar, de manera aplicada y a conciencia.
El fósforo es como el poroto, sólo que germina más rápido. De ahí la necesidad de la contemplación extática.
Raspar enloquecido conduce a la ausencia.
Raspar con extremado cuidado a la negación de la llama necesaria.
El golpe de raspado deberá ser de recorrida mínima, un toque certero, dentro de lo posible, para que los flancos de la fragata aguanten toda una vida, la suya, la del raspador.

Humberto Pedro Llamazar usa fósforos Gran Fragata de 400 desde el invierno de 1992. En la cocina de su casa tiene siempre a mano una bolsita plástica guardando la yerba mate usada por la mañana. En cuanto Humberto sopla el fósforo de seguridad y madera, lo hunde de cabeza en la yerba fresca y húmeda para ver y escuchar. La vida, afirma, se debate entre tensión y calma, y si además hay un poco de verde, mejor.
Calixto Ribas


Para una nostalgia futura

Como los perfumes, la nostalgia y el prestigio literario se destilan lentamente. Por eso, los nostálgicos del género epistolar aborrecen el mail, aparentemente un medio que tiene la frialdad de la eficiencia tecnológica y que es el favorito de las hordas de jóvenes sospechosos que desconocen el placer de fabricar recuerdos poniendo a envejecer lentamente en una caja un manojo de cartas atadas con una cinta descolorida, como quien deshidrata flores entre las hojas de un herbario. El carácter poético de objetos y rituales es una virtud que sólo le otorga el pasado. Convertidas en parte de la vida que se ha dejado atrás, las cartas mostrarán en alguna tarde de nostalgia su ancianidad venerable. Identificadas con la mano que las escribió, tendrán pecas de color ocre sobre su piel de papel, y la tinta, desleída, sugerirá que también ella se irá borrando lentamente hasta no ser más que una huella, una estela, un rastro que detectarán únicamente los ojos memoriosos.
Solo se les rinde veneración literaria a los objetos que son rastros de cosas perdidas. Y lo perdido siempre se ha perdido en el pasado. La nostalgia poética es, por lo tanto, un sentimiento retrospectivo.
Sin embargo, es sólo un acto de pereza mental el no poder sentir hoy una nostalgia del futuro. Finalmente, las computadoras son cajas parecidas a aquellas donde se guardan las cartas, cajas, como la de Pandora, en las que es posible encontrarlo todo, desde un mensaje a nuestro nombre hasta la imagen de un hombre desesperado que huye de alguna guerra lejana. Hace ya mucho tiempo, cuando se inventó el fonógrafo, la música del mundo comenzó a venir en caja. Ningún misterio más insondable que la posibilidad de atrapar la voz de alguien y guardarla en un cofrecito. Hoy, sin embargo, que el mundo entero se guarda en cajas luminosas, nos parece que este acto mágico carece de grandeza. Ni siquiera nos parece poético el hecho de poseer una clave secreta, una contraseña, para que ante nuestros ojos aparezca, parpadeante, el mensaje que nos está destinado. En pleno día, las pantallas tienen el misterio nocturno de las ventanas iluminadas, de esos rectángulos infranqueables que sugieren la existencia de tantas vidas de las que estamos definitivamente excluidos, de tantas dichas y desdichas que nunca llegaremos a conocer. Detrás de la ventana de la pantalla, en cambio, existe todo un mundo que reclama ser mirado, que nos exige que ejerzamos un voyeurismo sin culpas espiando por todas las cerraduras.
Quizá porque se sabe que lo nuevo carece de prestigio poético es que la computación ha adoptado algunos vocablos viejos. “Monitor” se le llamaba en el pasado al niño estudioso que ayudaba al maestro en el aula. El verbo “navegar” designa el desplazamiento por ese río caudaloso e invisible por el que baja la jangada de la información, por donde se pierden los inexpertos que se dejan engañar por el canto de las sirenas, por el que los navegantes solitarios buscan compañía. Y el verbo “navegar”, a su vez, esta ligado a palabras tan viejas como literarias: brújula, astrolabio, sextante, bitácora.
Estoy segura de que alguna vez contemplaremos las computadoras como hoy contemplamos las máquinas de coser Singer y que tendremos hacia sus creadores ese sentimiento condescendiente que nos hace perdonarles la ingenuidad de haber creado un objeto tan artístico para darle un fin tan utilitario. Sé muy bien que algún coleccionista fanático se dedicará a recorrer anticuarios para conseguir computadoras de un determinado año y que los curiosos hurgarán en sus entrañas muertas a las que encontrarán repletas de objetos cursis: flores secas, poemas inconclusos, dedicatorias de amor, frases hechas. Las palabras de nuestros mails se habrán evaporado como los perfumes, pero dejarán un aura amarillenta casi imperceptible en los circuitos que los especialistas sabrán reconocer como una antigüedad preciada.
Y nuestra necesidad de nostalgia estará satisfecha: toda esa quincallería informática será el testimonio de lo que hemos perdido. ¿Pero es preciso esperar tanto? Ahora mismo, mientras insistimos en negarle prestigio literario y capacidad evocativa a los mails que escribimos, estamos perdiendo algo que habremos de añorar en el futuro.
Mónica López Ocón


Seguridad, zonas, intimidades

Hay palabras que son síntesis supremas. Bajo el signo de ciertas palabras el espíritu encuentra un ser sintético o sus contrarios. Michel Foucault hablaba, por ejemplo, del biopoder. Para él era “el conjunto de mecanismos por medio de los cuales aquello que en la especie humana constituye sus rasgos biológicos fundamentales podrá ser parte de una política, una estrategia política, una estrategia de poder”. Para ir desentrañando esto Foucault comienza a explorar, a investigar los espacios ligados a los dispositivos de seguridad, a los acontecimientos aleatorios. En particular estudia la ciudad. A partir de allí el tema de la gobernabilidad, el Estado, el análisis de las prisiones, los hospicios, las escuelas. De esta mirada crítica pasará a la subjetividad, a la adhesión al sometimiento.
Vivimos una descarnada realidad en todo el mundo. El predominio de las corrientes autoritarias, aún dentro de las llamadas democracias, tiene variados matices. Es interesante recordar que ciertas fortalezas, comprobadas por la historia, se derrumban sin gloria. Ocurre con la apariencia de grandes movimientos, de organizaciones políticas u obreras, de innumerables imperios. Lo cual no deja de ser inquietante pues al poco tiempo con otros matices, con otras disciplinas, con otros significados nacen regímenes que vuelven a hablar del pueblo, de la libertad, del bienestar, del futuro. Y nos merecen el mismo juicio y el mismo rechazo.
Hay nuevos lemas, consignas, estatutos y planificaciones. Doctrinas auténticas. Muchas de ellas hablan del pensamiento foráneo como si la idea de patria, por dar un ejemplo, no fuera también foráneo. Allí entonces se hablará de socialismo, de liberación. O de monarquía, república, socialdemocracia. Por último, la violencia asegura la victoria de los más inescrupulosos, de los más audaces. Y se violan pactos, principios y programas.
El poder monopolista acude siempre a sentencias, privilegios e intereses que en esencia estaban en otros sistemas. No hay matices intermedios, se polemiza desde los extremos, se precipitan los acontecimientos, se le da validez a la insurgencia callejera, a la rebelión permanente, a los cambios a plazos fijos. Siempre triunfa en estas situaciones –aparentemente no existe otra alternativa– lo retrógrado y lo despótico. El terrorismo de Estado se conforma desde la deformación cotidiana. Toda opinión es una apostasía y el pensamiento se aprisiona en viejos o nuevos moldes rígidos, inmutables. Sabemos, además, que simplificar un problema no es resolverlo. El mundo cambia en nuestro entorno. Vivimos una época de viajes espaciales, de un tecnicismo sin límite, de grandes avances científicos. Pero el globo terráqueo se desangra por el hambre, la injusticia social, las guerras, el odio racial, la irracionalidad. Encubrimientos, fachadas, convocan mitos, prismas ideológicos, estragos. La invisible censura o el virtual monopolio hacen el resto.
“Sobre un planeta que compone su epitafio, tengamos la suficiente dignidad para comportarnos como cadáveres amables”, señaló con su habitual dosis de corrosión Emile Cioran.
Ahora, todo es ahora, como escribió Regis Debray en Vida y muerte de la imagen. Hay una codificación de un lenguaje visual o escrito en la inmediatez del video, en el mosaico de las pantallas, en las realidades percibidas y vividas. Nosotros somos los que recomponemos una imagen que nos dan como si fuéramos subnormales. El mundo, trivializado y descompartimentado, declina hacia una simbología universal. El templo de las imágenes es la ciudad, pero también la muerte, el hogar, el lecho. Una fiesta cínica nos rodea desde lo virtual, desde lo religioso, desde lo profético. La desacralización del hambre, del dolor, de la violencia, del amor, bascula en la sacralización del espectáculo. El arte, si alguna vez se creyó en ello, ya no es más fraternal. Se ha transformado en un medio de la globalización, de la industria. Cuando todo está a la vista, cuando todo es aceleración y depende de la publicidad, nada vale. La videoesfera es una realidad.
En una tira televisiva como Montecristo, los desaparecidos se transforman en personajes de ficción, la novela se confunde con un programa periodístico. Alejandro Dumas es un millonario que busca justicia. Ninguno de los cientos de miles que a diario ven la serie fue a la marcha de repudio por la desaparición de Jorge Julio López. El mundo, peligrosamente, se nutre de indiferencia, hipocresía, falta de conciencia. Quienes denunciamos y reclamamos la aparición con vida de López desnudamos una historia, una soledad que está desaparecida en el mundo de la ficción. Nos deslizamos, nos desflecamos. Como sentenció Lichtenberg, “un libro es un espejo: nunca un asno puede esperar verse reflejado en él como un apóstol”.
Recomiendo, caro lector, las visiones definitivas que el poeta W. H. Auden nos formula en La mano del teñidor. Una voz, desde lo poético y lo humano, hacia la reflexión y al pensamiento. Lo escribió en 1948.
Carlos Penelas


Boedo no es solo la avenida

Oratorio María Mazzarello a 75 años de su creación

A mediados del siglo XIX muchos inmigrantes llegados de Europa eligieron esta zona del barrio de Boedo –en aquel entonces pertenecientes al partido de San José de Flores– para afincarse, formando quintas que proveían de verduras a la ciudad. Entre ellos, alrededor de 1850, arribó el joven Francisco Constancio Oneto. En 1869 compró una fracción de terreno a Saturnino González la que, con futuras adquisiciones, abarcó desde la calle Pavón, camino de Gowland –luego avenida La Plata– hasta lo que serían hoy las calles José Mármol y Las Casas, predio que, aún hoy, los vecinos mayores recuerdan como “La Quinta Oneto”. Francisco contrajo matrimonio en 1855 y tuvo cuatro hijos; el tercero de ellos una mujer –que recibió el nombre de María Constancia–, quien alrededor de 1888 consagró su vida a Dios como religiosa de la Congregación Salesiana de María Auxiliadora. A la muerte de sus padres fue recibiendo en herencia parte de los terrenos que habían formado la Quinta. A causa de sus votos de pobreza cedió los bienes a la orden, que destinó la parte norte de la avenida Garay, entre Muñiz y avenida La Plata, a la construcción de un oratorio al que se llamó María Mazzarello. Se inauguró el 15 de noviembre de 1931 con la bendición del padre inspector de Buenos Aires Jorge Serie SDB, estableciendo como encargada de la casa a Isabel Córdoba secundada por la hermana Catalina Brócoli. Un grupo de exalumnas del colegio de Almagro fue construyendo, de a poco, el patio de tierra y ladrillos al que incorporaron dos hamacas y la inolvidable “ola” –un ingenioso artilugio de madera con movimiento oscilante similar a la onda marina– que tanto gustaba a los chicos.
La capilla tenía un Cristo crucificado colgado en la pared detrás del altar y, frente a la balaustrada, una puerta que se cerraba cuando la capilla se convertía en sala de teatro. Delante del escenario había tres gradas de madera –que aún existen– donde se ubicaban los chicos del coro. Se enseñaba catequesis, labores, música, entre otras disciplinas. En 1940 la hermana Córdoba fue sustituida por la hermana Antonia Piagentini, quien desde ese momento, hasta el día de su muerte, fue el alma mater del oratorio.
En esa época en que aún no tenían dormitorios debían ir y venir de Almagro todos los días. La hermana Antonia más de una vez durmió en una cama al pie del escenario, para cuidar lo poco o mucho que iba consiguiendo para su querido oratorio. Solía decirnos: “No tengan miedo, tengo la custodia de la guardia celestial”. Bondadosa, carismática, emprendedora, entusiasta, ponía el alma en todo lo que se proponía..., y lo conseguía. Así obtuvo la ayuda de mucha gente. Las familias del barrio le prestaron su ayuda para lograr la construcción del edificio que soñaba. Sería ingrato no recordar en este homenaje a la escuela, a los Paladino, los Mezzadri, los Montesano, los Spatafore, los Prando, los Rodríguez, los Oneto, los De Bonis, los Corvo... y tantos otros, siempre presentes en todas las actividades, como las recordadas quermeses en el terreno donde hoy está ubicado el gimnasio y el patio cubierto.
Dos personas de su mayor confianza: Paladino y Quiquito, como le decía a mi padre, la acompañaban a bodegas, bazares y fábricas donde podía conseguir mercadería para sus quermeses. En esa época toda donación para beneficencia se descontaba de los impuestos y ella, que lo sabía, con dulzura y tenacidad conseguía lo que necesitaba. Así se fueron financiando las primeras obras a las que también hicieron su importante aporte personas de mayor solvencia.
No dejó de lado a sus pobres. Visitaba zonas humildes del barrio para conocer sus necesidades llevándoles ropa, comida y catequesis que los ayudaban a aliviar su precariedad.
Poco a poco fue creciendo la obra, y en 1963, se convirtió en la Casa María Mazzarello con un Jardín de Infantes. Al año siguiente la comunidad religiosa se trasladó al nuevo edificio que ya tenía dormitorios, comedor, cocina y demás dependencias.
Por pedido de los padres, en 1965, se incorporaron los primeros peldaños de la educación primaria agregando un curso por año. Así, en 1971, egresaron las primeras alumnas.
Cambiaron las épocas y la generación de fondos también, las cuotas de los alumnos no eran suficientes. En 1974 se consiguió el 100% de aporte estatal para el personal directivo y docente. Declarada “Escuela Gratuita”, la contribución libre de los padres determinada al comienzo del año escolar ayudaba a mantener la institución.
Más recientemente se incorporaron cooperadores salesianos formados con mayores y jóvenes de ambos sexos que trabajan y sostienen al oratorio. La Unión de Padres tiene su comisión directiva y coordinadores de grado que participan en la organización de eventos espirituales y festivos. También se ha formado un Centro constituido por exalumnas del Oratorio hecho a puro esfuerzo ya que es más difícil atraer dado que las alumnas de séptimo grado se distribuyen en los colegios secundarios más cercanos.
El presente no borra el cariñoso recuerdo de este relato que pretende ser un pequeño homenaje a las hermanas María Constancia Oneto –quien sobre sus propias tierras alzó lo que hasta el día de hoy es el Colegio María Auxiliadora de Garay– y Antonia Piagentini. El agradecimiento de las oratorianas, que recibieron de ellas tantas enseñanzas y cariño a través de años de dedicación y amor a ese Oratorio Salesiano.
Noemí Oneto


Manzi-Cedrón: entre puentes y chirolas de adentro

La memoria respira un tanto entre nieblas cuando no puedo saber quién se hizo puente, una mañana de sábado de hace tres años, y unió mi mesa y la de Juan “Tata” Cedrón en el Margot. No recuerdo si fue el poeta Rubén Derlis o el memorioso Otto Carlos Miller.
Pero más allá de quién fuera el responsable, el puente nació puente real, cercano. Como hecho de mágicos y presentidos momentos por venir, creo que nos caímos bien y la construcción la empezamos por las puertas (sí, los puentes también las tienen), que quedaron abiertas para el paso sincero de la palabra y la música.
Hasta ese momento, guardaba entre mis discos la voz de Tata en Troittoirs de Buenos Aires de Edgardo Cantón y Julio Cortázar. Cada vez que vuelvo a ese disco, me acuerdo de ella; Mercedes y mi regalo de cumpleaños. Y parece que será siempre así; en un cumpleaños iluminado en el interior de un puñado de años (cómoda afirmación cuando imposible es medir la cantidad de años que pueden sobrevivir en cada puñado de selectiva conciencia), la recuerdo a ella, de pelo largo color castaño, que me acerca al Cedrón que después sería amigo y compañero de café en Boedo.
Sucedió en una de esas mesas. El Tata se sentó a mi izquierda y sacó un papel. Rápidamente explicó qué era lo que tenía en mano, y no, no se aguantaba de feliz, de contento dentro de aquello que en seguida había notado en su manera de ser: su tierno apasionamiento cuando la poesía lo toca y le hace la señal; cuando la poesía llega es tiempo de torbellino. Imagino manos transpiradas, sueños sobresaltados, ausencias y extravíos varios en los simples caminos de lo cotidiano, algo así, algo parecido a los tiempos de final de novela. En el papel leí el título de un poema: Palabras sin importancia.
Cedrón había vuelto a Buenos Aires para quedarse, atrás quedaban los años de París, más de treinta, nacidos cuando, después de la Masacre de Trelew, salió a cantar el poema Glorias de Juan Gelman, ¿y dónde no la hay esa sangre caída de los 16 fusilados de Trelew? Fue invitado para que se fuera del país en esos momentos en que las invitaciones había que aceptarlas, y partió como tantos.
Entonces volvió para quedarse y una de las primeras manos que ofrecieron ayuda en la reentrada a la atmósfera de su ciudad, fue la de Acho Manzi, el hijo de Homero, con quien Tata mantenía amistad y colaboración a la distancia, prueba de ello es, por ejemplo, Para que vos y yo.
Caminaban por la calle Colombres, llegaban a la esquina de México, a una cuadra de Boedo, a una cuadra de Atahualpa, la fábrica de pastas de Elba y Federico, sí, que también tienen lo suyo dentro de esta crónica. En un momento Tata le dice, Te das cuenta, Acho... por estas calles caminaron Cátulo y tu viejo. Fue en ese preciso momento que Acho hizo aparecer un papel. El papel habrá tenido su historia previa; yo lo vi en una mesa del Margot.
Tata me cantó Palabras sin importancia entre ruidos de pocillos y cucharitas, ahí nomás, en directo, Escuchame, al pasar, como yo escucho, / la lluvia que murmura en la ventana, / pensando en algo que olvidé hace mucho, / entre las cosas de la vida vana. Homero Manzi no registró fecha de la letra o el dato se perdió en el camino de la vida. Nunca tuvo música hasta que en 2004 Tata puso lo suyo.
Acho Manzi luego acercó Elegía, que comienza Vine a rezar tu nombre para decirte adiós. / Vine a llorar sin llanto y a murmurar sin voz. / Calle que perfumabas, calle donde no estás, / donde te amé y me amabas, donde no me amarás. Acho vuelve a aparecer cuando dice, Acá están los inéditos, hacé lo que quieras.
Y el Tata, felizmente, hizo lo que quiso en un departamento de París en diciembre de 2004.
Fue en una sobremesa en su casa, que Tata acercó la guitarra. Ahí escuché letra y música de Palabras sin importancia, Elegía, Mala estrella, En un corralón de Barracas (éste es de Manzi-Cátulo Castillo), Tiempo y hueya. Temas que hoy forman parte del último disco de Cedrón, acaba de aparecer: Frisón Frisón.
El disco guarda otras joyitas como Responso de Troilo, La bicicleta celeste de Tata y Juventud, basado en la historia de Joseph Conrad del mismo título y que escribiera Antonia García Castro, su compañera. Pero desde que escucho el disco no puedo evitar quedarme atrapado en Un cuento, el único tema que pertenece a Acho Manzi; ahí quedo cuando Tata canta Gastando / Unas chirolas de adentro, / Protesto / Porque no puedo entender. / Y pienso / Que habré soñado despierto. / Te siento / Como la primera vez.
Ocurre así, cuando me pregunto, una y otra vez, por esto de gastar unas chirolas de adentro.
Pienso en la clara diferencia entre las chirolas de afuera y las de adentro. Para tener chirolas de adentro hay que saber juntarlas, recibirlas, cuidarlas, y ante todo, merecerlas. De mil maneras diferentes podríamos llegar a gozar de chiroleo interno, y es, además, la única manera de tener para disponer, lo dicho, de las inconfundibles chirolas de adentro.
Las chirolas de adentro, por otro lado, se llevan muy bien con la solidaridad y el trueque. Con chirolas de adentro se pueden construir puentes de puertas abiertas. Creo que hubo chirolas de adentro, de ida y de vuelta, en las mesas de café en el Margot cuando el puente. Chiroleo interno y variado en la mesa y el vaso de vino con soda y con hielo, en las sobremesas de guitarra y charla.
Las chirolas de adentro son chiquitas y bondadosas, viven a puro compromiso y compañerismo; son esas que sirven para los días felices y para los días de plafón bajo; son esas que no son elementos de mercado, que no cotizan en la bolsa de los hombres de la bolsa.
Creo que Acho Manzi echó mano a su morral de chirolas de adentro cuando le ofreció a Tata el tesoro del que era portador. Chirolas de adentro que también tenía para ofrecer el mismísimo Homero Manzi, o las de Tata que sabe cómo recibir la ofrenda, es decir, desde dónde llegar con su guitarra. Desde la música llega a la poesía como hay que entrarle al mundo poeta, con respeto por la palabra y por la identidad que esa palabra encierra, trae, transporta, transmite. La voz de Homero Manzi no era poca cosa para unir con puente fantástico las dos mesas de café, en una Homero y en la otra Tata, ¿qué hacía falta?, sí, ya se sabe y se adivina: chirolas de adentro. Es que otra de las facultades distintivas de esta maravillosa manera de mercar es que no reconoce límite alguno entre los que se fueron y los que están; no hay límite cuando el puente posible es la memoria.
A disposición de las personas que caminan en esta ciudad se encuentra el chiroleo que importa. Una prueba de ello podría ser la manera de ser, de estar, de Elba y Federico, acá nomás, sobre Boedo, a metros de México, a una cuadra de donde Acho le dio a Tata Palabras sin importancia, en su fábrica de pastas. Ellos saben de gastar las chirolas de adentro y de recibirlas. Porque a no equivocarse, que tan importante son las chirolas que genera Federico con su arte, como las chiroleadas de Acho y Tata.
Todo es y puede ser memoria, y es la memoria la que necesita de la buena voluntad de las personas. En cada gesto la posibilidad de la buena vida, la solidaria, la que respeta al semejante. Esa vida tan alejada, por ejemplo, de la de ese señor de propaganda globalizada que viaja sereno en su automóvil. En las calles todos corren, se chocan, se desesperan al parecer sin razón o por pura estupidez. No entienden dónde está el secreto de la vida. El hombre maneja calmo. Su familia lo aguarda en medio de la locura de la calle. Él llega, su familia sube a la nave y todos quedan a salvo. La moraleja de la propaganda motorizada reza así: No correr. Avanzar.
Las chirolas de afuera poco tienen que ver con la existencia de las adentro, vienen de distintas vertientes, y será deber de cada uno decidir qué vida es la que elige.
Antonia García Castro anota en el texto que aparece en el librito que acompaña a Frisón Frisón, Son detalles. Cositas. Porque muchas veces la Historia nos duele, es bueno detenerse en su tramado más fino donde anidan las obstinadas esperanzas. De ellas se nutren también la palabra, la canción, el abrazo, las manos estrechadas.
Ella habla de “Cositas”, detalles, porque narra las circunstancias pequeñas que giraron alrededor de la concreción del disco, y ahí otra de las señales que importan, las pequeñas historias que hacen la Historia. Es esa Historia con mayúscula que se escribe y se canta, por ejemplo, con Homero y Acho Manzi, Juan Tata Cedrón y su cuarteto, Elba y Federico. Y no deben faltar algunas chirolas de adentro, digo, para “hacer” los días.
Sí, quizá sea gente que corre por esas cuestiones de la identidad, y ¿por qué no?
Mientras me pregunto, un auto circula por avenida Boedo, con vidrios polarizados y en silencio; avanza lustroso en su noche eterna; y en la fábrica de pastas Atahualpa, Federico anota, Lo que permite salir de la pobreza es la educación. De todas las pobrezas, me digo; Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres, anota, otra vez, Federico.
Edgardo Lois


COMO TODO EL MUNDO

Como todo el mundo tengo una esquina para esperar a alguien
y muchas calles para perderme sola.
Como todo el mundo tengo siete días para vivir una semana
y todos los días rompo o fabrico veinticuatro horas.
Como todo el mundo a veces me pongo las ganas de enterrarme,
de escapar no sé dónde,
de estar lejos de todo.
Y vuelvo y me agarro como todo el mundo a todo lo que tengo,
a todo lo que veo,
a todo lo que amo,
a todo,
a todo,
sin olvidarme nada.

Jorgelina Jusid



Queremos decirles...
Llegamos al lustro y vamos por la década...

En vísperas de días caóticos, en noviembre de 2001, salía a la calle el primer número de nuestro periódico –por entonces “Vida y Arte en Boedo”– que ya lleva 58 ediciones mensuales, dos especiales y una revista conmemorativa con historias barriales ilustradas
Pasaron sólo cinco años. Cuando nos metimos en la aventura, ni Germinal Marín ni yo sabíamos –aunque lo presentíamos– en qué se desbarrancaría el país en los próximos meses. A pesar –o a favor– de esa presunción, quisimos valorizar las raíces para fortificar los frutos. Cinco años de aquel inicio, tratando de seguir la huella fecunda de quienes nos precedieron; creciendo, intentando que los nuevos pasos revaloricen viejos logros.
Gracias por ayudarnos en el trayecto.
Mario Bellocchio